Escrito de la 

MADRE TRINIDAD DE LA SANTA MADRE IGLESIA,

del 23 de diciembre de 1982, titulado:

YO APERCIBO EL MISTERIO

En mi alma lacrada por un hondo secreto,
yo apercibo el Misterio:
¡El misterio divino y humano,
el misterio de Dios entre pajas,
que nos dice en romances de amor, sin palabras,
siendo Él la Palabra Infinita,
sus amores eternos…!

En un pobre portal, con María y José,
nace el Hijo de Dios que la Virgen llevó
un Adviento en su seno,
abrasada en el fuego infinito del Espíritu Santo
y besada por Él con su beso.
¡Yo apercibo el misterio,
sin poderlo decir en mi modo pequeño y rastrero…!

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Yo apercibo el misterio
de que el Padre pronuncie, en su seno divino,
la Palabra Infinita
que a Él le expresa en romances de amor,
como eternos conciertos,
su serse El que Es por su ser,
sin principio y sin fin, coeterno…

Yo apercibo el misterio
del decir infinito de Dios Padre a los hombres
en humilde pesebre y en la noche sagrada
de un profundo y secreto silencio…

Dios prorrumpe, en su seno, en Palabra cantora,
para sí, en su Hijo infinito,
por su boca de fuego, en su Verbo.
Y el que es «El-que-Es», poseído y sin tiempo,
se nos viene en humilde portal
a decirnos, con palabras de acá
y en el modo sencillo de un Niño,
el camino seguro y perfecto
para ir hacia Él sin tropiezos.

Yo barrunto el Misterio…
Y apercibo el porqué de su modo de ser,
porque he visto, en un día de Cielo,
esa unión que se obraba
entre el Dios infinito y el hombre,
por el dicho del Padre coeterno,
en el seno virginal de María,
que se abrió a la voz del Inmenso
en el beso infinito del Espíritu Santo,
que, al besarla, cubrió con su sombra
el misterio divino de la Encarnación,
en el modo sublime y sencillo
que El que Es por su ser
en su inmenso poder pudo hacerlo.

Y yo sé cómo es, o, mejor, ¡yo lo vi! aquel día de fuego,
en la lumbre infinita que me dio la sapiencia de Dios,
en un toque tan bueno,
que quedé sin saber, y sabiendo,
el misterio de su unión con el hombre
en el seno bendito de la Virgen María,
que en Madre rompió, siendo Virgen,
por el beso infinito del Espíritu Santo en su vuelo.

Yo ya sé cómo es la Promesa de la Nueva Alianza
que se obró en el misterio
de Dios serse El que Es por su ser
sin principio y sin tiempo,
y entregándose al hombre, siendo amor infinito
que, encarnado, nos besó en un Niño
con su Beso de fuego,
tan sencillo y sagrado,
tan humilde, tan divino y tan bueno.

Y ahora nace en Belén, entre pajas,
Emmanuel, en humilde pesebre,
con José y con María adorando en silencio,
porque saben el misterio de Dios hecho Hombre,
en el modo que Él mismo ha querido meterlos
en la eterna sapiencia del Jesús pequeñín,
que, llorando, nos dice su amor en la tierra
con los modos de acá, en la noche cerrada de invierno,
siendo el Sol infinito en eterna clemencia
y en sus lumbres candentes de fuego.

Yo no puedo decir cómo es lo que vi
en la unión que se obró
cuando el Verbo ya es Hombre,
cuando el Hombre ya es Dios,
y quedó en el silencio
de la entraña sagrada de la Virgen María,
y ocultóse algún tiempo en su seno de Madre,
que cubría el Espíritu Santo en arrullo de amores
con su beso de fuego.

Y ahora nace en un pobre portal el Jesús chiquitín,
prometido a los hombres, el Mesías de Dios,
que, asequible ¡y tan tierno!
nos descubre su amor. ¡Oh terrible misterio!

¡Y ya llora en Belén…!
Y yo sé por qué fue, de esta noche, el misterio,
aunque nunca diré con palabras creadas
lo que yo comprendí en aquel día con la luz de los Cielos.

Yo te adoro, ¡Jesús pequeñín,
mi Dios infinito hecho Hombre y oculto entre velos!,
con respeto y amor, con cariño y ternura,
y te beso en un beso de entrega total,
en mi modo de ser ¡tan pequeño,
tan pobre y de tanto secreto!

¡¡Mas, yo sé cómo es el portento de Dios hecho Hombre
y naciendo en un pobre portal,
envolviendo la noche el Misterio…!!

¡Oh feliz Navidad!
donde Dios se nos dona,
hecho Niño en un pobre portal,
entre pajas, por amor y en silencio,
cual Promesa cumplida de Dios
y anunciada a su Pueblo.

Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

Texto extraído del opúsculo nº 2 de la Colección: «Luz en la noche. El misterio de la fe dado en sabiduría amorosa».

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