Extracto del Opúsculo nº2 de la Colección: “Luz en la noche. El misterio de la fe dado en sabiduría amorosa”.

Del libro «Frutos de oración»

761. ¿Quién podrá romper la Promesa de la Nueva Alianza de Dios con el hombre –prometida a Abraham y a su descendencia para siempre y anunciada por los santos Profetas– destruyendo a la Iglesia? El que pueda separar a Dios y al hombre, en Cristo; el que pueda conseguir romper al Cristo del Padre, Dios-Hombre. Y como esto no es posible, ahí está el Cristo glorioso e inmortal, con los brazos extendidos para abrazar a la humanidad. (22-1-76)

759. A semejanza de como la naturaleza humana y la divina se unen en la persona del Verbo, así, entre el Cuerpo Místico y su Cabeza, se realiza una unión tan íntima y divina, que es la Santa Madre Iglesia, el Cristo Total de todos los tiempos. (22-11-68)

768. El misterio de Cristo con toda su realidad, terminado en su infinita perfección, según los planes de Dios hecho Promesa de Alianza eterna, se perpetúa en el seno de la Iglesia, y es mostrado y comunicado a los hombres en la misma Iglesia, Nueva Sión, en el tiempo o circunstancia que cada uno necesita vivirlo y poseerlo. (15-9-74)

754. Un manto real de sangre envuelve a mi Iglesia Madre; un manto real que su Esposo, Cristo Jesús, le donó el día de sus bodas eternas, ya que, enloquecido de amor por ella, le dio como regalo su Sangre divina, con la cual pudiera perdonar y divinizar a todos sus hijos. (14-11-59)

743. Eres toda hermosa, Hija de Jerusalén; estás engalanada con la Santidad infinita de Dios que te envuelve, penetra y satura, teniendo en ti, por Cristo, «todos los tesoros de la sabiduría y ciencia» de Dios. (21-3-59)

750. Iglesia mía, el Padre te da su Palabra para que te abra su seno amoroso, el Verbo te dice, en un romance de amor de inédita ternura e infinita misericordia, todo el secreto de la vida eterna, y el Espíritu Santo te abrasa en su fuego, depositando en ti sus tesoros y carismas, para que, por tu medio, las almas vivan su filiación divina y se metan en el Seno del Padre. Iglesia mía, ¡qué hermosa eres!, ¡cuánto te amo! (21-3-59)

744. ¡Dios de mi corazón, me enloqueciste de amor con la hermosura de tu rostro, que se me muestra a través de mi Iglesia Santa repleta y saturada de Divinidad! (5-11-76)

741. Eres tan hermosa, Iglesia mía, que jamás podré decir ni cantar la alegría, la grandeza y la perfección que en tu seno se encierra. (15-9-63)

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«Soy el Eco de la Iglesia,
y la Iglesia es mi canción,
la Nueva Jerusalén
que el Señor nos prometió
en la plenitud del tiempo;
según la restauración
del Mesías Prometido
que, abriendo el seno de Dios,
nos encajó para siempre
en el plan del Creador,
para que le poseyéramos
en luz de clara visión;
mirándole con sus “Ojos”
y cantándole en su Voz
en el Amor infinito
del que nos regeneró
para hacernos hijos suyos,
fruto de la Redención
de su unigénito Hijo
para la restauración
de aquellos planes eternos
del que sólo nos creó
para que le poseyéramos;
siendo en participación
herederos de su gloria,
su Pueblo en perpetuación,
hijos de la Madre Iglesia,
de la Celestial Sión.

Soy el Eco de la Iglesia,
y la Iglesia es mi canción».
16-7-2000

773. ¡Qué grande es la Iglesia, Promesa cumplida de la Nueva Alianza, perpetuación viva y viviente de Cristo con nosotros, contención de su misterio, y donación de todo Él a los hombres, en todos y cada uno de los momentos de su existencia! (25-10-74)

770. El misterio de la Madre Iglesia es tan rico, vivo y vivificante, que me une directamente con Cristo por medio de la Liturgia, prescindiendo del tiempo y cortando la distancia, con la entrega, en los días de mi peregrinación, de cuanto Él es, vive y realiza; siendo capaz también de cogerme a mí y trasladarme al tiempo de Cristo, para hacerme vivir y beber directamente en el manantial de su costado abierto. (15-10-74)

774. Por mi injerción en Cristo vivo injertada con el Padre y el Espíritu Santo con los hombres de todos los tiempos, con los Bienaventurados y con la Iglesia purgante. Misterio que se realizó el día de la Encarnación en las entrañas de María, se consumó en la crucifixión, muerte y resurrección, siendo perpetuado por medio de la Liturgia, donde se nos da, a través de la maternidad de la Virgen, todo el misterio del Cristo Universal. (13-7-66)

756. Así como el Espíritu Santo es el que, circundando a la Iglesia en su fuego y encendiéndola en sus llamas refrigerantes, la hizo reventar en amor divino y expresión cantora del Infinito, así mi Iglesia mía es la que, durante todos los siglos, encendida en esa misma llama, nos da todo el amor del Coeterno que ella tiene en su seno recibido de Jesús y de mi Madre Inmaculada, con corazón de Padre, canción de Verbo y amor de Espíritu Santo. (29-9-63)

757. ¡Oh qué hermosa es María…! ¡Pero si aún es más rica la Iglesia…! porque en su Cabeza es el Unigénito de Dios, el mismo Verbo de la Vida encarnado, que tiene consigo al Padre y al Espíritu Santo, con María como Madre de todos los hombres. (20-3-59)

«Es blanca María
cual nunca pensara,
con los resplandores
que envuelven su alma.

Dios la está besando
en ternura tanta,
que es Beso de Gloria
su entraña sagrada.

Finuras de Inmenso
en ella plasmadas,
con dulces arrullos
de Amado y amada…

Penetra a la Virgen
en brisa callada
el Beso de Dios…

¡Misterio que aplasta!».
23-12-1974

755. Es el Espíritu Santo el Amor que impulsa al Padre y al Hijo en su donación a la Iglesia, el Amor que la envuelve, penetra, satura y ennoblece; y es el Amor mediante el cual se obró la Encarnación en las entrañas purísimas de María, que es la expresión del habla de Dios a los hombres en urgencia eterna de comunicársenos. (15-9-63)

766. ¡Iglesia mía, Cristo bendito del Padre, Sacerdote Eterno, sangrante en el tiempo y glorioso en la eternidad…! (22-1-76)

763. Cada día comprendo más a Jesús descoyuntado, dolorido, y prolongándose en su Pueblo, la Iglesia Santa; ella es la perpetuación del Cristo del Padre durante todos los tiempos; Sacerdote Eterno y, por ello, Víctima desgarrada. (20-1-76)

762. Los hombres tiran de Cristo, unos para un lado y otros para otro descoyuntándolo y desgarrando sus miembros con dolores terribles que repercuten en todo el Cuerpo, Cabeza y miembros. ¡Pero no lo romperán, porque es la misma Divinidad la que se unió con el hombre en unión indisoluble de amor infinito y Alianza eterna! (22-1-76)

764. ¡Cómo me cuesta, Jesús, verte sufrir tanto durante toda tu vida y, en tu Cuerpo Místico, durante todos los siglos! La Iglesia es Cristo con toda su descendencia ante el Padre, en el transcurso de los siglos. (22-1-76)

«No resisto por más tiempo, Jesús mío,
tus quejidos en mi seno,
sin consuelo, reprimidos.

No resisto los lamentos de tu alma jadeante,
que me pide quedamente,
en mi pecho delirante,
que consuele tus gemidos.

No resisto tu mirada trasparente,
que, nublada por la dura incomprensión de tus ungidos,
se me adentra en mis pupilas dulcemente,
exigiendo, de mi don, amor rendido.

No resisto que se abrasen tus entrañas,
en la urgencia torturante del que ama,
sin respuesta del amante,
y teniéndote en nostalgias de apreturas contenido.

No resisto por más tiempo –Esposo mío, Tú lo sabes–
las urgencias de tu gloria,
reprimiendo, de mi pecho, tus latidos,
sin saber yo más que amarte,
Dueño mío.
Tú conoces los porqués de cuanto encierro,
pues me heriste con la impronta de tu ser en mis entrañas,
para hacerme tu testigo.

Y así vivo entre penares y en agónicos quejidos,
exigiendo, con urgencias clamorosas,
la respuesta que, a mis dones, Tú reclamas de los míos.

No resisto por más tiempo tus lamentos
en mi hondura retenidos,
rodeada por doquier
de la dura incomprensión en la que gimo.

¡No resisto a lo largo del destierro!,
en mi duro caminar,
por más tiempo la inconsciencia de los tuyos y los míos.

No resisto por más tiempo tus urgencias;
¡bien lo sabes, Jesús mío!».
5-9-1975

765. Cuando necesitemos consolar a la Iglesia, consolemos a Cristo; cuando la queramos escuchar, escuchemos a Cristo; y cuando la queramos amar, amemos a nuestro Cristo. Nuestro Jesús es la Cabeza y el Corazón de la Iglesia, la vida de ésta; por eso, el que conoce a Jesús, conoce y ama a la Iglesia, y, porque ama a Dios, agoniza por la Iglesia. (20-1-76)

810. Vivo muerte en vida porque la Nueva Jerusalén está de luto, desgarrada y llorosa, por la confusión que se ha filtrado en ella. (28-2-66)

811. ¡Yo no quiero que se descoyunte a la Iglesia en una escalofriante tortura que la hace chorrear sangre por sus miembros vivos…! ¡Yo no la quiero ver así, escuchando a lo lejos la burlona carcajada de los soberbios perseguidores de mi Iglesia Santa, de mi Cristo Total! Yo sé su perpetuidad, su indisolubilidad, y también sé que Dios está en celo por la gloria de su Amada. (20-1-76)

823. La Iglesia hoy, como Jesús a los Apóstoles, nos dice: «Velad y orad para que no caigáis en tentación». (17-12-76)

«Postrada a tus plantas,
te pido adorante,
mi Jesús excelso,
que me comuniques
el secreto oculto
que encierra tu pecho…
Yo sé que estás triste,
porque lo presiento,
y que estás herido
en las horas largas
que envuelve el misterio:
¡Siglos de sagrario
que oculta al Dios vivo
en su encerramiento
con las apariencias
de rudo alimento…!
Palabra infinita,
canciones de Verbo,
Melodía eterna,
Fruto del Inmenso…,
¡dame tus penares!,
esos que te afligen
en noches de duelos,
esos que Tú ocultas
tras velos.

Iglesia sangrante,
estás desgajada,
cubriendo tus joyas
con un manto negro…
¡¿Por qué estás de luto,
siéndote la Esposa
del Dios de los Cielos…?!
¿Por qué enronquecida
escucho tu voz
y oigo tu lamento
tras los requejidos
de tu marcha en duelo…?:
¡¡¡Que mueren tus hijos
por la confusión
que ha puesto el Soberbio
en tu seno!!!
¡¡Misterio que aterra
la gloria del Cielo!!

¿Por qué sufre Cristo
clamando al Inmenso
en las agonías de un Huerto…?
¡Está chorreando
de sangre su cuerpo…!
¡Sus poros se abren,
en dicho cruento,
y rompe cantando
por todo su ser
la Gloria infinita
del Cielo…!


¡Cantares de Sangre
en poros abiertos…!
Todo está sangrando
el Amor Eterno,
siendo Redentor,
clamando en el Huerto…
¿Qué tienes, Jesús…?
¡Dime tus misterios!:

Iglesia llorosa
desplomada en duelo
pidiéndome ayuda,
amor y desvelo…
Rostro dolorido
cuajado de lágrimas
que implora consuelo…
¿Por qué está llorosa
la Esposa
del Dios de los Cielos…?:
Soberbia que triunfa,
hombres de este suelo…

Dios calla y espera
su triunfo certero.
¿Por qué calla Dios…?
Está enmudecido
el Eterno.
Él sabe esperar,
y amando a los suyos,
vence en el misterio
de su ocultamiento
las mentes confusas
en sus pensamientos.

¡Dime tus penares!,
¡cuéntame tus duelos!,
descansa en mi hondura
ya que algo comprendo,
bajo los arrullos
que envuelve el silencio,
del penar sagrado
de tu encerramiento…
Sé que si Tú callas,
es porque eres BUENO,
y esperas paciente
la vuelta de todos tus hijos
a tu pecho abierto…
¡La mente del hombre
no entiende el misterio
de tus horas largas
en silencios quedos…!
Habla, Jesús mío,
dime tus penares…
Yo escucho, y espero…».
15-11-1973

825. La Hija de Sión aparece tirada, como Cristo en Getsemaní, pero no por eso fracasada ni hundida, ¡no! El Padre la sostiene con el poderío de su brazo, porque su real Cabeza es su Hijo muy amado en quien tiene puestas todas sus complacencias. (22-12-74)

826. ¡Gocémonos! La Nueva Jerusalén se levantará de su postración, como Cristo, y, con la fuerza de su poder y el esplendor de su belleza, repleta de Divinidad, será nuestra gloria y el orgullo de nuestro corazón. (22-12-74)

828. Si en nuestro tiempo la Iglesia aparece desgarrada, como Cristo en Getsemaní, en el día eterno la veremos gloriosa, repleta de gozo y de Divinidad, con todos sus hijos en el abrazo del Espíritu Santo. (22-12-74)

Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

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