
«Es necesario que se ponga la teología al alcance de todos los hijos de Dios dándosela caldeada en el amor para que vivan en intimidad con la Familia Divina»
Publicaciones periódicas
PARTÍCULAS PEQUEÑAS
Hoy te beso, como esposa enamorada, temblorosa y adorante, en el pasar de los siglos en todas esas partículas que al suelo se hayan caído; para decirte, en amores, las ternuras que de mi alma han surgido, al descubrir el misterio que a mi espíritu ha afligido en amores, para amarte con este nuevo matiz de mi corazón herido…
SE HA DORMIDO LA SEÑORA EN ASUNCIÓN TRIUNFANTE Y GLORIOSA A LA ETERNIDAD
¡Silencio...! ¡Silencio...! ¡Silencio...!, que la Señora siente que toda su alma se enciende suave y pacíficamente en el calor sabroso, misterioso e infinitamente inalterable del beso divino de la Inmutabilidad por esencia en un acto trinitario... Y sin casi apercibirlo..., sin darse cuenta..., sin notar nada..., la Señora se encuentra, en un abrir y cerrar de ojos deleitable..., suave y silencioso..., ante aquel Dios que Ella contemplara y poseyera durante toda su vida; pero ahora, realizado el grado de divinización determinado por el mismo Dios, es arrebatada e introducida en la cámara nupcial, para tener en la Patria lo mismo que tenía en el destierro, pero en posesión plena, gozosa y absoluta de Eternidad.
EL AMOR PURO EN EL CIELO
De tal forma hace Dios al alma ser Él por transformación, que ella es también el gozo de todos los Bienaventurados. Y como cada uno de ellos participa así de Dios y goza así de Él, resulta que, siendo Dios todo en todos, sólo hay un grito en el Cielo: gozarse en Dios, en que Él se es tan feliz en sí mismo, y en que Él es tan feliz al hacer dichosos a todos los Bienaventurados.
VIVIR
Miembro vivo de la Iglesia, si quieres llenarte de vida y comunicarla, si tienes en tus entrañas sed de almas que te lleve a misiones, si quieres llegar a todas partes, si necesitas no encontrar límites, si quieres vivir la vida de Dios, del Verbo Encarnado, de María y de la Iglesia, ejerce tu sacerdocio «entre el vestíbulo y el altar», llenando en ti, y, a través tuya, en las almas que te están encomendadas, esas exigencias de vida que el Amor, al crearnos, ha impreso en nosotros.