Estamos en Roma, bajo la Sede de Pedro, donde la Madre Trinidad ha querido vivir, morir y ser sepultada, manifestando así su misión de ser el Eco de la Iglesia, para ayudar al Papa y a los Obispos a la realización de la misión esencial de la Iglesia.
Se ha cumplido su tiempo, siendo «voluntad de Dios cumplida», «haciendo todo cuanto pudo» para «tener a Dios contento y hacer felices a los demás». ¡Solo la gloria a Dios! le ha importado, y le sigue importando. Eso pide a su descendencia, aquí reunida con el desgarro de la separación física, pero con la paz, el gozo, la gratitud y el deseo de seguirla en su marcha triunfal para agrandar el Coro de la Gloria en el Cielo.
Nos encontramos en la espléndida Basílica de S. Paolo, donde está sepultado este gran Apóstol, tan querido por la Madre Trinidad, y con el que se siente tan identificada, por el modo de recibir «la revelación del Misterio», y por el envío a manifestarlo a todos los hombres:
«¡Vete y dilo…!»; «¡esto es para todos…!»
En esta Basílica, en un venturoso día de esperanza para la Santa Madre Iglesia, el 25 de enero de 1959 el Santo Padre S. Juan XXIII anunciaba a la Iglesia universal y al mundo entero «la inspiración divina» del Espíritu Santo: Convocar un Concilio «para el rejuvenecimiento de la Iglesia». Paralelamente, ese mismo día y sobre la misma hora, la joven Madre Trinidad recibía, en una profunda contemplación del misterio de la Santísima Trinidad, cómo «Dios es la razón de ser de todas las cosas». Así comenzó el paralelismo de la misión del Concilio y de la Madre Trinidad.
Ya desde entonces se sintió estrechamente unida al Papa y a «sus Obispos queridos», como a ella le gusta llamarlos
Agradecemos al Cardenal Arcipreste, Su Eminencia Reverendísima James Michael Harvey, al personal que presta servicio en la Basílica y a la Comunidad de Monjes Benedictinos, que «ora et labora, ora y trabaja» para mantener y cuidar esta bellísima morada de Dios, su acogida y la ayuda prestada para la realización de este solemne funeral, tan emotivo para todos nosotros que estamos aquí, y para aquellos que lo seguirán por los canales de comunicación.
Vamos a celebrar la Divina Eucaristía, presidida por su Excelencia Monseñor Cesare Nosiglia, Arzobispo de Turín. Hace ya bastantes años que por primera vez visitó a la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia –cuando era un joven Obispo Auxiliar del Papa S. Juan Pablo II para la Diócesis de Roma–. Desde entonces –él mismo a testimoniado en varias ocasiones– sintió una gran compenetración espiritual con ella, que se repite cada vez que recibe sus escritos.
Seguro que la Madre Trinidad se alegra de que uno de los Doce celebre su funeral solemne en Roma, y de manera especial que sea su Excelencia Mons. Cesare Nosiglia.
Cantaremos la Misa llamada «de La Obra de la Iglesia», que fue compuesta para la celebración del 25 Aniversario de la Consagración a Dios de la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia, el cual celebramos en Dos Hermanas en la parroquia de Santa María Magdalena, donde la Madre Trinidad expresó con toda la fuerza de su ímpetu amoroso juvenil, el 8 de diciembre de 1946, el «¡solo Dios!» que ha seguido repitiendo durante toda su vida, con la conocida frase: «Seré tuya, solamente tuya, ¡y para siempre…!».
«Todo está cumplido», podemos hoy decir celebrando el día de sus «votos eternos». Aquel «para siempre» lo celebramos ahora para la gloria de Dios y la santificación de las almas hijas, fruto de su maternidad espiritual.
Vivamos intensamente, profundamente unidos a la Madre Trinidad, el misterio de la Iglesia, que vamos a celebrar en su culmen en el Sacrificio de Cristo, para dar gloria a Dios y vida a las almas.
Roma, Basílica de San Pablo Extramuros, 1 de agosto de 2021