A lo largo de cada año, en Roma, el Santo Padre recibe a los diversos grupos de Obispos que vienen en visita ad Limina, visita que los Obispos deben realizar cada 5 años aproximadamente.
Han sido numerosos los Obispos que en su paso por Roma han visitado La Obra de la Iglesia y, en los últimos años de la vida de la Madre Trinidad, a muchos de ellos, ella, pudo recibir personalmente.
En este año, durante los meses de mayo y junio están viniendo los Obispos de Brasil.
El pasado 25 de mayo se recibió a un grupo de unos 30 Obispos de la región de “Bahia”. Se les dio la bienvenida como a todos los demás, con un fuerte aplauso y una canción. Después de darles una breve explicación del grupo de Responsables representado en los miembros que allí estaban, el representante de los Obispos en nombre de todos, dirigió unas palabras sin desperdicio en una afectuosa carta.
En primer lugar, agradecía la gracia que se les había concedido, tras su petición, de poder celebrar la Santa Misa en la Capilla de la casa de San Pedro Apóstol, junto a la tumba de la Madre Trinidad, en acción de gracias por el don de su vida para toda la Iglesia.
Esto ha sido la particularidad de este grupo: el primero que ha querido recordar así a la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia y dar gracias a Dios por ella.
Como se puede ver en las fotos, impresionaba ver la Capilla llena de Obispos. Seguramente que, la Madre Trinidad, habrá sonreído complacidamente y habrá dicho a sus almas esta frase que tantas veces ha pronunciado en la tierra:
“¡Mis Obispos queridos…!”
En la mencionada carta, manifestaba el reconocimiento de que el Espíritu Santo ha podido hacer su Obra en la Madre por su sencillez y humildad.
Daba las gracias también por la servicialidad de los sacerdotes de La Obra de la Iglesia, siendo para ellos una gran ayuda, haciendo que su Visita ad Limina sea más ágil, puntual y menos fatigosa.
Agradecía a todos los miembros de La Obra de la Iglesia su manifestación de amor a la Iglesia y a ellos, los Obispos. y, al terminar, los animaba a continuar su misión con ese mismo ardor y fuego, no dejando que éste se pierda.