Separata del libro: “FRUTOS DE ORACIÓN. Retazos de un diario”

Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

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01_Maria Madre de Dios667.     La grandeza de María le viene de su Maternidad divina; y, al ser Madre de Cristo, que es la Cabeza del Cuerpo Místico, lo es también de todos y cada uno de sus miembros. (18-4-69)

668.     Si la Virgen, por ser Madre de Cristo y en Él de todos los hombres, no hubiera cooperado a la realización de la voluntad divina, el plan eterno sobre la Iglesia y el mundo no hubiera sido cumplido según el deseo de complacencia de Dios. (14-11-59)

669.     Nuestra Señora fue creada e introducida en el plan divino para ser Madre de Jesús y estar junto a Él; por eso Dios le concedió un conocimiento tan grande de su propio Hijo, que se adhirió a Él, en unión tan una, que su voluntad quedó robada por el Infinito. (9-1-65)

670.     En la medida que el Verbo se da a la Virgen se le da el Padre y el Espíritu Santo, cada uno en su modo personal, para la realización del plan divino. (7-12-74)

671.     En el Cielo todos los coros angélicos, atónitos, adoran silentes, rostro en tierra… El Padre, impulsado por el amor del Espíritu Santo, en el Verbo, crea… María es concebida sin pecado original… ¡La Virgen sólo es de Dios! (8-12-59)

672.     La Señora llega a aquel grado de divinización que en la mente divina estaba determinado para obrarse el gran Misterio… Adorante, hacia dentro, espera; el Amor impulsa, y el Padre, sin sacarlo de su seno divino, lanza al Verbo en el seno de la Virgen. Dios ya es Hombre para que el hombre se haga Dios… ¡Oh misterio de silencio indecible…! (15-12-62)

673.     ¡Silencio…!, ¡adoración…!, que el Padre está deletreando en el seno de María su divina Palabra con tal eficacia, que, por la acción del Espíritu Santo, la Virgen es Madre. (25-3-61)

674.     Madre, tanto, tanto te metiste en Dios, que, en un descuido amoroso de Éste, robaste su Verbo, lo trajiste a la tierra y se lo regalaste a la Iglesia. (25-3-61)

675.     La Encarnación es el beso de Dios en el seno de María, mediante el cual, «el Verbo se hizo carne» . (27-3-62)

676.     Sólo la Señora, por un milagro del Amor Infinito, fue capaz de ser Virgen y, sin dejar de serlo, Esposa del Espíritu Santo; y, como fruto de su virginidad, Madre. (24-12-76)

677.     ¿Hay algo en la tierra más grande que el amor, más resplandeciente que la virginidad, más hermoso que la maternidad…? En María se da todo a un mismo tiempo en el grado máximo de perfección; teniéndolo, manteniéndolo, y siendo la contención de esta triple realidad la que le hace ser la Virgen Esposa del Espíritu Santo que, por el beso de su Consorte infinito, rompe en Maternidad divina. (24-12-76)

678.     ¡Cuánto gozó María por el derramamiento de Dios sobre Ella, que hizo posible que lo fuera todo sin nada perder! Siendo poseída, besada y fecundizada sólo por el Amor Infinito que, haciéndola romper en Maternidad divina, le da derecho de llamar al Hijo de Dios, Hijo de sus entrañas virginales. (24-12-76)

679.     ¡Sublime maternidad la de la Virgen que la hace tener en su seno al Verbo de la vida encarnado, pudiendo alimentar al Hijo de Dios, llenarlo de besos y estrecharlo contra su corazón! (24-12-76)

680.     Madre, eres como la blanca Hostia, que envuelves y ocultas al Verbo de la vida hecho hombre por amor. Adoremos el misterio de tu seno, donde Dios te llama: «Madre mía», para que Tú le respondas: «Hijo mío»… ¡Qué dulce realidad! (7-12-74)

681.     ¿Quieres conocer y recibir a Cristo? Vete a María, pues a través de su Maternidad divina, Dios se dijo en Palabra amorosa a los hombres. (17-12-76)

682.     ¡Oh Maternidad divina de la Mujer, que hizo de la tierra el Paraíso de Dios, el Pueblo glorioso del Altísimo! ¡Oh maternidad de María, por la cual, la Iglesia quedó hecha madre de todos los hombres, y por la cual, toda virginidad consagrada se fecundizó tanto, que da a luz a Cristo en las almas! (28-4-69)

02_VirgendelSilencio

684.     ¡Qué amor tan sublime y hermoso encerraba la Señora en su pecho, oculto, envuelto y sellado por el silencio del misterio del Ser! Pero Ella, ¡qué bien se lo sabía en sapiental sabiduría de virginal amor! (25-3-62)

685.     No hay secreto como el de María, porque en Ella se encierra el gran misterio de la Encarnación. (2-2-71)

686.     La Virgen guarda en el silencio el secreto de su Maternidad divina, porque el silencio es el que guarda el secreto de los grandes misterios. (2-2-71)

687.   ¡Qué secreto en el alma de la Señora que siendo Virgen, se siente Madre! (27-4-62)

688.    Señora, Tú lo guardabas todo en tu profundo misterio y, ahondada en el abismo del Infinito, vivías en una adoración perenne del Dios que, Encarnado, se ocultaba en tu seno; así viviste tu Adviento. (30-4-62)

689.    ¡Qué gozo en tu alma, María, que, abismada en Dios, contemplas silente cómo Él engendra, en tu seno, su eterna Palabra de amor para, por tu medio, dársela a la Iglesia! (15-12-59)

690.    José quiere adivinar en el silencio de María el misterio que él sospecha; pero la Señora espera la hora de Dios en el heroísmo de su silencio. (28-4-62)

03_Madre de la Iglesia691.     Quiso el Amor dar una Madre a su Iglesia santa, y para dársela según su corazón anhelaba, primero se la hizo para Él, a fin de podérsela entregar luego a la Iglesia. (14-11-59)

692.     La Virgen es el medio por el cual el Padre dice su Palabra a la Iglesia, el Espíritu Santo se la entrega, y el Verbo puede morir crucificado por ella. (15-11-59)

693.     María es la Madre de la Iglesia, porque le da la Palabra de la vida, siendo a Ella a quien le fue dicha por el Padre para que, con corazón de madre, se la diera a la Iglesia mía. Palabra que yo tengo que recoger en mi alma para vivir mi ser de Iglesia y cantar, desde su seno, mi canción. (21-3-59)

694.     El seno de María es ánfora preciosa repleta de divinidad, capaz de vitalizar a todos los hombres en plenitud. (28-4-69)

695.     Nuestra Señora, desde la Encarnación, al ser Madre de Jesús, es Madre de todos los hombres, siendo su misión darnos la vida divina cogiéndola de la Cabeza y distribuyéndola por todos los miembros. Por ello, Madre de la Iglesia. (4-12-64)

696.     María tiene en sí toda la vida de la Iglesia en su fuente, porque es la Madre del «Cristo Total». (29-9-63)

697.     Cristo tiene en sí al Padre y al Espíritu Santo y, como miembros de su Cuerpo Místico, a todos los hombres; esta reunión de Dios con el hombre es verificada en el seno de la Virgen; por eso, es la Madre de todos los hijos de Dios, los cuales, en Ella, reciben su injerción en Cristo y la donación de la vida divina. (19-9-66)

698.     Cuando la Virgen da su carne al Verbo, en el momento mismo de la Encarnación, me está incorporando a su Hijo, me está injertando en Él, y me está dando a luz a la vida divina. Por lo tanto, me está engendrando para Dios; por eso, Madre de la Iglesia y mi Madre. Y, en la medida que yo les doy la vida divina a las almas, las engendro para Dios. (30-4-67)

699.     María es la Mujer, y en su vientre es engendrada la Iglesia, porque en Ella el Verbo del Padre se hace hombre, y el hombre queda unido con Dios por su injerción en Cristo. (28-4-69)

700.     Imaginemos a un lado a la Trinidad viviendo su vida; a otro lado a la humanidad; en medio a María. Una de las tres divinas Personas –el Verbo–, se viene al seno de la Virgen y se une a una Humanidad, trayendo consigo al Padre y al Espíritu Santo. Esta Humanidad injerta en sí, misteriosamente, a todos los hombres. Y, así, en la Madre de Dios, comienza la realización del gran misterio de la Iglesia. (12-1-67)

701.     El parto de la Virgen es tan fecundo, que da a luz a toda la Iglesia, Cabeza y miembros, porque su función es divinizar a todos los hombres con el Hijo infinito que tiene en su seno. (28-4-69)

702.     Como el sacerdocio de Cristo, desde el momento de la Encarnación, fue recopilador de todos los tiempos, donador de vida para todos los hombres y perpetuado durante todos los siglos, así, la maternidad de María, desde el momento de la Encarnación, en la plenitud de este misterio, encierra, por la injerción de todos los hombres en Cristo, la posibilidad abarcadora de contener, bajo el influjo de su maternidad, a todos los tiempos con todos los hombres en cada uno de los momentos de sus vidas. (25-10-74)

703.     Por la Iglesia y a través de la Liturgia se nos hace visible, captable y, aún más, presente y real, el misterio de la vida, muerte y resurrección de Cristo, en el compendio apretado y comunicado de la maternidad de María; por lo que la irradiación de esta maternidad se nos da y perpetúa en el seno de la Iglesia y, a través de la Liturgia, por la contención pletórica del misterio de la Encarnación. (25-10-74)

704.     En Belén, en el Calvario y en su gloriosa Asunción al Cielo, se manifiesta la grandeza de Nuestra Señora, que le viene por el misterio de la Encarnación en la plenitud del Sacerdocio de Cristo. (25-10-74)

705.     La brillantez de la grandeza de María hace resplandecer el verdadero rostro de la Iglesia; por lo tanto, a Ella ha de ir aquel que quiera llenarse de la sabiduría divina, en el ánfora preciosa donde la misma Sabiduría se encarnó, para manifestarse, en resplandores de santidad, por la rompiente infinita de su explicativa Palabra. (25-10-74)

706.     ¡Cuánto amor hemos de tener a la Virgen…! Por Ella tienen que romper en el seno de la Iglesia los soles del Espíritu Santo, para disipar las densas nieblas que envuelven a la Nueva Jerusalén. La Virgen es la que nos dio y nos da a Jesús, y, por Él y con Él, al Padre y al Espíritu Santo; el cual es luz de infinitos resplandores que, por la Señora, quiere irrumpir en el seno de la Iglesia con los fulgores de su infinita sabiduría amorosa. (16-6-75)

707.     María es la Reina de los Apóstoles, porque el más apóstol es el que más tiene la Palabra infinita, y nadie tiene la Palabra que sale del seno del Padre, abrasada en el amor del Espíritu Santo, como María; por eso, la Madre de la Iglesia es la Reina de los Apóstoles. (21-3-59)

708.     ¡Qué amor tan inmenso tengo a la Virgen…! Ante su recuerdo, siento ansias terribles de llorar, en agradecimiento, ternura y amor. ¡Cómo me gusta llamarla: ¡Madre!, una y mil veces! (8-8-70)

709.     La medida de la maternidad está en la donación de la vida. Y María, que me da al mismo Infinito, ¿¡qué clase de Madre es…!? (24-12-63)

710.     ¡Señora, estás envuelta con la blancura infinita de la Virginidad eterna y engolfada en sus impetuosas llamas que te inclinan sobre los pequeños con gesto de Madre acariciadora! (27-3-62)

711.     ¡Qué a gusto se descansa en la Virgen…! Ella es Madre de los desamparados, de los que sufren; pues, siendo la Madre del Amor Hermoso, es donadora de amor con ternura maternal. (16-6-75)

712.     Señora, irrumpe ya con los soles que te envuelven, desde la Iglesia al mundo, y sé nuestra salvación, ¡que perecemos…! ¡No nos desampares…! «Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y ¡muéstranos a Jesús!». (16-6-75)

04_Sacerdocio de Maria

713.     La Encarnación, en Cristo, es misterio de sacerdocio; y en María, por su maternidad, es también misterio de sacerdocio. (25-10-74)

714.     El sacerdocio es unión de Dios con el hombre, por lo que Cristo, que es en sí mismo esa unión, es la plenitud del sacerdocio; pero como esto es realizado en y por la Maternidad divina de la Virgen, en Ella y por Ella, Dios se une con el hombre. (25-10-74)

715.     A María, su sacerdocio la hizo ser Madre de Dios y del hombre, en una maternidad tan pletórica que, en su seno, se realizó la unción de la divinidad sobre la humanidad, en realidad plena de sacerdocio. (25-10-74)

716.     En la Virgen, su peculiar sacerdocio se llama Maternidad di-vina, porque ésta es el medio por donde Dios se une con el hombre, y el hombre queda injertado, por Cristo, en Dios. (25-10-74)

717.     Así como Cristo dice: «Yo soy Dios y hombre en la plenitud de mi sacerdocio», María, puede decir en derecho de propiedad: «Yo soy Madre de Dios y Madre del hombre». Todo lo demás, en Ella, es consecuencia del obrar de Dios en derramamiento sobre su maternidad. ¡Oh Maternidad divina de María, rebosante de plenitud y de sacerdocio! (25-10-74)

718.     Nuestra Señora, siendo Madre de Dios y participando de la plenitud del sacerdocio de Cristo, responde con Él, como Madre, en la plenitud de su maternidad sacerdotal, en adoración, reparación y acción de gracias por la ofrenda de su Hijo infinito encarna-do, hecha al Padre. (25-10-74)

719.     Por la plenitud del sacerdocio de Cristo, la Maternidad divina de la Virgen, bajo la acción del Espíritu Santo, es maternidad de sacerdocio, distinto del sacerdocio ministerial del Nuevo Testamento. (25-10-74)

05_NS del Espiritu Santo720.     Me siento derretir de amor a la Virgen, al llamarla Nuestra Señora del Espíritu Santo; pues veo que todo cuanto en Ella se realiza, es por el beso amoroso, en arrullo secreto y silente, del Espíritu Santo en paso sagrado de Esposo. (19-12-74)

721.     ¡Qué idilio más sagrado el del alma de la Virgen, en dulces y tiernos coloquios de amor, guardados, venerados y custodiados, en lo más profundo, secreto y silente de su corazón…! (24-12-76)

722.     En Nuestra Señora se da un romance de amor tan hermoso, que su Consorte es el mismo Espíritu Santo, el cual, al besarla con el beso de su boca, hace romper a la Virgen en Maternidad divina. (24-12-76)

723.     Nuestra Señora fue la más amada, la más Virgen y la más Madre. (24-12-76)

724.     María, Esposa del Espíritu Santo, ¡qué hermosa eres en la delicadeza de tu virginidad maternal. Porque fuiste Virgen, Madre; y porque fuiste Madre de Dios, Virgen en el arrullo dulce del amor infinito del Espíritu Santo…! (22-12-74)

725.     A mayor virginidad, más grande fecundidad sobrenatural; por eso, ¡qué virginidad sería la de María, cuando el fruto de ésta es el mismo Verbo Encarnado y, por Él, todas las almas! (15-12-62)

726.     Espíritu Santo, yo quiero amar a María con el amor que a ti por Ella te abrasa… El Padre y el Hijo también en ti descansan al amarla; yo sólo así puedo descansar: amándola en tu ternura, cariño y delicadeza. (19-12-74)

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