Escrito de la MADRE TRINIDAD DE LA SANTA MADRE IGLESIA,

del día 11 de enero de 1967, titulado:

LA VOLUNTAD DE DIOSNUBES CABECERA

Dios vive su vida en la comunicación hogareña de su Familia Divina.

Él Se es intercomunicación de vida trinitaria, para sí, en sí y por sí, sin necesitar de nosotros para nada.

Dios se es todo santidad, todo perfección eterna. Dios se es voluntad infinita de ser.

Dios se es, porque sabe lo que puede serse y quiere serse lo que sabe que puede ser. Y lo quiere porque, por ser el Bien eterno, está adherido a ese mismo Bien de tal forma que, por exigencia de su misma perfección, todo lo que es bueno para sí, lo quiere en su querer que es ser.

Dios se es apretado y recóndito, viviendo dentro de sí, engendrando dentro de sí y siendo Amor dentro de sí.

Y Dios, que tiene en sí todo cuanto pudiera apetecer, que no necesita de ninguna cosa hacia fuera –de tal manera que si lo necesitara es que no tenía en sí su capacidad repleta y acabada y entonces no sería Dios–, ha querido, en un querer que es obrar y que es manifestación de su voluntad, crearnos para que le vivamos, para que entremos donde Él y le contemplemos con su Vista, le cantemos con su Palabra y le amemos en su Amor, para que nos profundicemos en su intercomunicación y la participemos.

Dios nos ha creado sólo y exclusivamente para que vivamos de su vida, sólo y exclusivamente para eso. Nuestro fin sólo es Dios. Él es el centro que ha de llenar nuestra eternidad por siempre, o nuestro siempre con su Eternidad.

Y dentro de esta voluntad infinita de Dios, que se identifica con sus Personas y con su mismo ser, ha entrado el ponernos en la tierra, el darnos una libertad que nos haga capaces de poseerle. Y nos ha puesto en unas circunstancias donde nosotros llenemos nuestro fin de vivir de Él mediante aquellas mismas circunstancias en que nos ha puesto. Por eso las cosas, de por sí, bien empleadas, nunca nos pueden separar de Dios, ya que Él nos las dio todas para que mejor le sirviéramos.

Así, cuando en cualquier momento de nuestra vida nosotros, por amor de Dios, en el sitio que estemos, procuramos cumplir su voluntad, poniendo en el que hacer que nos está encomendado el máximo amor, estamos viviendo de la voluntad divina. Pero, como en Dios se identifica su voluntad con su vida unitaria y trinitaria, estamos viviendo de la Trinidad tal vez sin darnos cuenta, inconscientemente. Sin embargo, ésta es la gran realidad de nuestra vida de gracia.

Y aún más. Como Dios obra lo que dice y quiso decir toda su vida a la Iglesia y a cada uno de sus miembros, resulta que, dentro de mi alma se está realizando, en cada uno de los momentos de mi existencia, la vida de Dios, o el Dicho de Dios que es obrar; viviendo Dios su vida en sí y para sí, y viviéndola en sí, por sí y para sí, en mí y para mí; y viviéndola también en cada una de las almas que están en gracia, en sí, para sí y por sí y para aquella alma; y viviéndola también para mí en ellas, así como en mi alma lo está viviendo para todas las demás.

Y esto no sólo con los miembros de la Iglesia militante, sino con los miembros de la Iglesia purgante y gloriosa y con todos los ángeles; obrándose entre todos una intercomunicación de vida divina, que a cada uno le está llenando y él está viviendo según el sitio o circunstancias en que la voluntad de Dios, que se identifica con su vida, le tiene puesto. Ya que la vida de la gracia o de la gloria no es más que vivir la vida de Dios, cada uno según sus circunstancias: unos en luz, otros en fe y otros en purgación. Pero es una misma vida vivida por todos e intercomunicada por todos según la voluntad de Dios para cada uno y la capacidad que cada uno abre al Infinito para que Él pueda obrar en nosotros esa misma Voluntad.

Las tres divinas Personas actúan de conjunto en nuestra alma, y sin embargo, cada una lo hace en su modo personal. Nosotros, al adherirnos a Dios, nos adherirnos a las tres de conjunto, aunque en cada una encontremos su modo personal. Porque si nos adhiriésemos más a una Persona que a otra, esa divina Persona nos llevaría a las otras, siendo común el obrar de las tres hacia fuera y teniendo cada una su matiz personal en ese mismo obrar.

Por todo lo dicho se deduce que lo único que nos interesa a todos y a cada uno de los miembros de la Iglesia, en el lugar y circunstancias en que nos encontremos, es poner el máximo amor en buscar la voluntad divina, en adherimos a ella y cumplirla, porque sólo en ella está el encontrarse con Dios según su misma voluntad y el vivirle en su vida en la medida, forma y manera que Él quiera para cada uno; quedando así llenas nuestras apetencias y capacidades, viviendo y gozándonos en la gran alegría de los hijos de Dios.

Landscape1Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia.

 

Extracto del libro «LA IGLESIA Y SU MISTERIO»

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