Escrito de la
MADRE TRINIDAD DE LA SANTA MADRE IGLESIA,
del día 2 de junio de 1962, titulado:
AMARTE A TI POR TI
¡Amor…!, ¡que yo te necesito a Ti sin mí…!; ¡a Ti en Ti y por Ti…!; ¡porque yo estoy creada tan solo para gozarme eternamente en que Tú seas feliz, en que Tú seas dichoso, ¡en que Tú seas…! ¡Sí, Amor, en que Tú te seas!
¡Yo necesito gozarme en la Eternidad tan sólo en que Tú eres la Alegría eterna en comunicación infinita de luz gloriosa y de amor contento…!; ¡abismarme en el abismo de tu infinita felicidad…!
Yo necesito, porque te amo, tan sólo gozarme en que Tú eres la Felicidad increada en comunicación dichosa de vida trinitaria. Mi amor reclama estar siempre contemplándote en tu contento jubiloso de felicidad eterna…
Yo necesito gozarme tan sólo, tan sólo, en que Tú seas Dios, en que Tú seas feliz, en que Tú te seas tan glorioso que Tú mismo te eres tu gloria; y de tanto sértelo, no sólo sacias la exigencia infinita de Tú sértela eternamente, sino que, por infinitud de perfección de tu ser contento, excederás infinitamente de felicidad a todas las criaturas creadas con capacidad casi infinita para poseerte.
Eres tan dichoso…, tanto…, tanto…, ¡tanto!, que harás consistir nuestro gozo esencialísimo en gozarnos en que Tú seas tan feliz; ya que rebasas, ante la contemplación de tu eterno júbilo, las capacidades de todas las criaturas racionales, de tal forma, que tendrán su gozo esencial en verte a Ti tan contento; porque allí estarán en el centro del amor puro y en el encajamiento completo de ese mismo amor.
Sí, eres tan feliz, tan infinito, tan glorioso y tan Ser… ¡tan Ser…!, que, en el Cielo, esa perfección tuya exige en los Bienaventurados que estén siempre en el máximo grado de amor puro según su capacidad. Eres tan perfecto y tan glorioso, que, al contemplarte a Ti, nuestra capacidad quedará tan robada, excedida y rebasada, que no podrá desear nada, esencialísimamente, fuera de gloriarse en que Tú te seas tan feliz y tan contento por serte el que te eres; teniendo todas las almas su primer y esencialísimo contento en gozarse, olvidadas de sí, de verte a Ti tan dichoso.
Tu alegría eterna de perfección infinita las subyugará tan trascendentemente, que lo que no sea contemplarte a Ti por Ti, gozándose en que Tú seas Dios, serán segundos gozos accidentales que ellas poseerán como consecuencia de esto. El gozo de los gozos, que hará estar al alma en la Eternidad en el centro de su amor y en un acto de amor purísimo, será gozarse en que Dios sea Dios, en que Dios sea lo que es por sí y en sí mismo.
Como el alma está creada para glorificar a Dios según su grado de amor, y en el Cielo todas lo tendrán en el máximo grado de su capacidad, la gloria esencialísima de cada una, según su grado de amor, será gozarse en que Dios se sea tan glorioso.
Por eso, Amor, ¡que te espero…! ¡Que clamo por amarte eternamente en mi centro de amor…; en ese punto de pureza de amor que Tú infundes en mi alma…! ¡Que necesito que mi amor sea lo más puro posible, según mi capacidad, y amarte donde más te ame, donde mi pureza de amor sea más perfecta…!
Sé que eso será en la región de los perfectos, donde se vive en perfección absoluta de amor. Por eso yo reclamo con urgencia amarte en la Eternidad; y lo necesito ¡ya!, porque cada segundo que pasa no te he amado, estando aquí, en esa perfección que mi alma hambrea.
Estoy sedienta y te busco desgarradamente sin hartura, porque ansío gozarme tan sólo en que Tú seas Dios, en que seas feliz, en que no sufres, en que Tú eres la dicha increada de perfección felicísima… en que Tú te eres…, ¡en que Tú te eres…!, ¡en que Tú te eres el que eres y yo la que no soy…!
Necesito gozarme en que Tú te seas, y sólo en eso, sin ocuparme de más; y en ello está el centro y la perfección de mi amor. Y yo sé que esta exigencia de amor puro que has puesto en mi alma, sólo la podré llenar en el lugar del amor puro y perfecto: la Eternidad.
Amor, yo no clamo por la Eternidad para ser feliz; pues aunque toda mi alma está creada para serlo, hay algo que sobrepasa casi infinitamente esta urgencia, y es la de gozarme tan sólo en que Tú seas feliz, en que Tú te seas, en que Tú te goces, en que Tú te ames, en que Tú seas la Vida gloriosa en Trinidad de Personas.
¡Qué alegría tan grande que Tú te seas tan dichoso…!, ¡que Tú te seas tan feliz!, ¡que Tú te seas por Ti mismo, sin mí…! ¡Qué gozo, que, cuando yo te ofendí, mi Increado, no te diera pena, no te quitara contento, no te quitara tu gloria esencial…!
¡Amor…!, ¡qué júbilo tan gozoso que Tú te seas tan Ser, que lo que no eres Tú, ni te va ni te viene…!; que Tú te seas tan inmutable en tu gozo infinito, que nada te turbe, que nada te toque…; que yo con toda mi imperfección, ante Ti, como si no fuera…
¡Amor…! ¡qué contento el de mi alma en que seas así…! ¡Qué contento el de poder gozar eternamente la dicha de verte tan feliz…! ¡Qué alegría tan grande que tu gloria sea la misma esencialmente con el amor de tus criaturas que sin él! ¡Qué gozo tan completo que, ante tu incapacidad de sufrir, para poder hacerlo, tuvieras que encarnarte!; y aun así, sufriste en tu humanidad, pero tu divinidad se quedó impasible.
¡Oh…! ¡Que venga el que sepa de amor, a ver si puede amar con la pureza de amor que a Dios se ama…! ¡A ver si ama al ser amado como se ama a Dios…! ¡A ver si hay algún ser que tenga en sí tal amor, tal felicidad, y que sea tan ser en su perfección, que exceda infinitamente el deseo de amar de todos los amantes!
¡Así es Dios…! Es de tal perfección gloriosa, que excediendo nuestra capacidad de todo lo que podamos apetecer, nos hará tener nuestra glorificación máxima en gozarnos en lo que Él es.
Dime, ¿qué amas y por qué lo amas…? ¿En qué te ocupas cuando tu amor no es Dios…? En amar porque te corresponden, que al fin de cuentas es buscarte; en amar para gozarte tú, que es amor egoísta; en gozarte en el bien del amado porque encuentras un gozo… ¿Pero tú sabes lo que es Dios, y de qué perfección será, y qué gloria tendrá en sí, que la alegría de verlo a Él tan contento y tan feliz será tu bienaventuranza eterna…?
¡Qué será Dios, alma creada por el Infinito, cuando es capaz de saciar infinitamente toda la exigencia de amor y felicidad que tú sientes…! Y esta exigencia la llenará en tal grado que no te acordarás de ti; excediendo la felicidad del Infinito tan infinitamente tu capacidad de amor, que ante tu impotencia por no poderte gozar en que Dios sea Dios como Él se merece, tu eternidad será adorar, aplastada por la gloria gloriosa que Él se es.
¡Amor…!, ¡toda mi eternidad dándote gracias por ser Tú quien eres, agradeciéndote que Tú te seas…! ¡No porque yo lo goce, sino porque Tú lo seas! Toda mi eternidad gozándome ¡siempre, siempre, siempre!, esencialísimamente, en que Tú eres feliz, en que eres dichoso, en que eres el que te eres, y en que Tú te lo eres por Ti mismo, y en que te tienes tu felicidad en Ti mismo, y en que Tú te la eres, te la gozas y te la posees en Ti y sin mí.
Dios mío, ¡qué alegría tan grande tiene mi alma de que seas tan feliz…! ¡Todo mi ser, una alabanza gozosa de tu gloria…! Toda yo un cántico de acción de gracias, porque seas tan feliz y tan dichoso; toda yo un cántico de júbilo, que en un éxtasis de amor te dice: Gracias, Amor, de que Tú seas el que te eres. ¡Gracias, Amor, gracias…!
¡Toda mi alma, en un puro acto de amor, estando robada solamente por el agradecimiento al Dios contento, gozándose en que Él se sea tan contento…!
¡Qué contento es Dios…! ¡Qué feliz se es el Ser en su ser, en sus Tres…! ¡Qué alegría tan grande tengo de que Dios se sea tan feliz, tan Ser…! ¡tan Ser…!; de que Dios, de tanto serse la Felicidad increada de perfección infinita, sea Uno y sea Tres.
[…] Amor… ¿de dónde a mí que yo pueda saber lo contento que Tú te eres para Ti en tu seno…? Mi amor está contento, está en su centro gozándose en que Dios se es feliz, en que Él se es la dicha increada, el gozo infinito, la alegría eterna…
¡Amor…! ¡que te espero…! Que yo busco ansiosa estar en la Eternidad para llenar la exigencia que Tú, al crearme, plasmaste en mí, y esta necesidad de amor puro que, como esposa de tu divino ser, Tú me has dado. No porque aquí no pueda amarte, ya que mi vida es toda ella un acto de amor; sino porque sé y veo por experiencia que este grado de amor no siempre está en su centro como mi amor a Ti lo reclama; porque yo necesito amarte con la perfección de los Bienaventurados, y veo que te amo con el amor de los desterrados que muchas veces es imperfecto. Solamente para poderte amar gozándome en que Tú seas feliz y en que Tú seas Dios, ¡solamente para eso!, ansío yo estar en la Eternidad, y así amarte en la máxima perfección según mi capacidad…
¡Amor…! yo no sé si me explico… Yo sé que no te sé decir a Ti en Ti, pero veo que tampoco sé expresar lo que siento por Ti y de Ti. Yo sólo sé que, cuando te deseo en tu gloria, que cuando la urgencia de glorificarte en el Cielo me roba y la exigencia de gozarme en que Tú te gozas me hace gemir con gemidos que son inenarrables por la Eternidad para glorificarte en mi máxima pureza de amor; entonces, según mi capacidad personal de desterrada, estoy en el grado máximo de amor puro que yo por Ti puedo tener.
«Yo vivo para el Padre –dice Jesús–… Yo amo al Padre… ¡Padre, glorifica tu Nombre!».
Yo no necesito ir al Cielo sino para gozarme en verte a Ti gozar sin ocuparme de más. Y como sé que aquí no lo puedo hacer tan pura y constantemente como allí, por eso quiero estar allí; ya que deseo amarte donde más puramente pueda, y gozarme en que Tú seas Dios donde más pureza de amor tenga.
Amor, si yo puedo amarte aquí y glorificarte con la pureza de amor que mi alma ansía, me da lo mismo aquí que allí, ya que necesito amarte en el sitio donde más puro sea mi amor; no por disfrutar yo, sino por verte gozar a Ti, aunque yo no me gozara; no porque yo esté participando de tu contento al verte a Ti gozar, sino porque allí será donde más puramente yo podré alegrarme en que Tú seas Dios…
¿Es que yo no quiero gozar de Ti…? ¡Si para eso he sido creada…! ¡Si mi alma ansía vivir de tu Trinidad y engolfarme en tu ser para gozarle…! Pero, ante la urgencia casi infinita que me ha robado por gozarme tan sólo en que Tú seas Dios, todo lo demás como si no fuera.
Amor, yo necesito, por exigencia de haber sido creada para gozar de Ti, ser feliz… Yo tengo impresa en mi alma la necesidad de poseerte y gozarte, la de conocerte y expresarte, la de amarte y ser amada con mi participación de Ti… ¡Clamo en urgencias de vivir sólo para Ti, de robarte y atraparte para mí, de gozarme en que Tú seas Tú para gozarlo yo!
Pero, ante la distancia como infinita de esta pureza de amor que Tú infundes en mi alma, de amarte sólo por ser quien eres, todo lo que no sea esta pureza de amor me sabe como a profanación; ya que mi alma, cuando está en su centro, necesita amarte a Ti por Ti, sin mí, en Ti.
Mas, aunque la necesidad de gozarme por serte Tú el que te eres me hace vivir muriendo, sé que aumentar este grado de amor sólo aquí en la tierra puedo conseguirlo. Ya que cada segundo, viviendo en este estado de amor en que el Amor me tiene, yo alcanzo un aumento de amor para mí y para todos los miembros de la Iglesia hasta el fin de los tiempos; y viviendo así, puedo conseguir que aumente el amor puro de cada alma, mediante el cual y por toda la Eternidad, ellas se gozarán tan sólo en que Dios sea Dios.
Y ante este programa que se presenta a mi vista de mi glorificación de Dios y de mi maternidad espiritual, ¿qué es más perfecto para mí, desear el Cielo o la tierra…? «¡Cumplir tu voluntad, Dios mío, es mi deleite, y tus decretos están en medio de mi corazón!».
Y todo esto, oh mi Trinidad Una, para tu gloria y tu gozo, que es mi gozo y mi gloria.
Este escrito, oh mi Trinidad Una, te lo dedico a Ti, como himno de alabanza suprema y glorificación máxima que en la tierra puedo darte, ya que busco el darte a conocer y amar a Ti, por Ti, sin mí.
Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia
Tema extraído del opúsculo nº 8 de la Colección: “Luz en la noche. El misterio de la fe dado en sabiduría amorosa”.
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