Mañana ¡no más! con Dios para siempre… ¡Qué dulce encuentro…! Y «allí», mirándole en su Vista, cantándole en su Boca y amándole en su Fuego… ¡Se acabó el tiempo y llegó el fin, comenzó la Eternidad…! Cara a cara con Dios, adorando al Ser en su ser y en sus personas, por ser quien es y como lo es; en un acto de amor puro que se goza en el gozo esencial de Dios, ¡para siempre…! ¡Y esto será mañana!

MADRE TRINIDAD DE LA SANTA MADRE IGLESIA

Extracto del libro: «FRUTOS DE ORACIÓN. Retazos de un diario»

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ESPÉRALE, QUE LLEGA

2.108.  Todos los misterios de la vida de Cristo comenzaron en la Encarnación, se consumaron en la cruz y en la resurrección, y terminarán con su última venida. (3-12-64)

2.109.  ¡El día del Señor…! ¡Ese será su día y mi día…! ¡Qué día cuando todo se someta a Él ante el esplendor de su gloria…! (13-1-66)

2.110.  Alma querida, si perseveras, Jesús te llevará con Él en el último día, y, entonces, ¿quién podrá quitarte tu gozo? (21-4-67)

2.111.  No desfallezcas porque no apercibas a Dios, que el Amor vendrá, y pronto; ¡no te canses!, que otros se cansaron y les amaneció, sin darse cuenta, en su torpeza… ¡No te canses, espérale, que llega! (25-4-67)

2.112.  Cuando Jesús venga, es necesario que estés con la lámpara encendida esperándole; para eso, has de procurar estar siempre preparado, y así te llevará a sus bodas, donde vivirás de Dios y con Dios para siempre. ¿Es posible? ¡Qué dicha…! ¡Para siempre con Dios! (21-4-67)

2.113.  No sabemos el momento ni la hora, pero el Señor vendrá y… ¡pronto! Entonces, ¿qué significarán nuestras penas pasadas en la soledad, la incomprensión, y, aún más, en el desprecio de nuestros perseguidores…? (21-5-76)

2.114.  ¡Cuánto padecer en el destierro por no encontrar a Dios…! Alma querida, un día darás con sus venas para siempre y, entonces, ¿qué serán los padecimientos de ahora, sino aumento de gloria de Dios y de vida eterna para ti? (14-4-67)

2.115.  La Eternidad es de los esforzados; esfuérzate, alma mía, para que entres en la Eternidad. (19-4-67)

2.116.  Dios mismo es el premio eterno de los bienaventurados. No te canses de esperar, que el Amor volverá por ti. (19-4-67)

2.117.  Cuando te hundas en los Manantiales eternos, ¿qué serán los sufrimientos que ahora padeces, sino gloria perpetua? (12-4-67)

2.118.  Yo amo a Dios, y, porque le amo, he de entregarme sin medida, cueste lo que cueste. Te esperaré, Amor, en el destierro, tras velos, hasta el día definitivo de nuestro encuentro en tu luz; te esperaré hasta el día eterno de tu voluntad. (16-8-77)

2.119.  Mi espíritu, subyugado por el Infinito, se consume en la nostalgia de la espera de Dios. (22-11-72)

2.120.  ¡Qué nostalgia apercibe el alma mía tan profunda! ¡Qué nostalgia, en mi duro caminar…! Siempre en vela yo te espero con mi lámpara encendida… ¡No te tardes, yo te aguardo sin cansarme! (6-8-70)

2.121.  El Amor vendrá por mí, ¡estoy cierta, confiada en su promesa…! El Señor vendrá por mí, ¡ya se acerca…! Es su paso, el del Amor que más no espera; su voz me invita a seguirle. (6-8-70)

2.122.  Espero incansable al que llamo con clamores de ardorosa petición, en profundas nostalgias: ¡Ven a mí, Señor! (22-11-72)

EL TIEMPO, PRECIO DE ETERNIDAD

2.123.  ¡Qué bueno es Dios, que nos da el tiempo para que le podamos demostrar nuestro amor, y nos da la Eternidad para demostrárnoslo Él…! ¡También en el tiempo nos lo demostró sufriendo, para que no le faltara ninguna manera de amarnos! (20-4-64)

2.124.  En la Eternidad, Dios, glorificado, descansará en su amor para conmigo, haciéndome feliz para siempre. En el destierro, es mi alma la que ha de aprovechar todo sufrir, haciendo así descansar al que amo, demostrándole mi amor sufriendo. (20-4-64)

2.125.  El tiempo es precio de Eternidad, llenura de posesión del Inmenso y dimensión gloriosa de nuestra alma-Iglesia. (10-8-75)

2.126.  Dios me ha dado un tiempo, mediante el cual me pide aquel grado de amor que Él necesita para su gloria y no otro; si lo pierdo o lo desaprovecho, el plan de Dios sobre mí no se llenará, y entonces, ¿qué haré? (12-9-63)

2.127.  Una sola vida tengo con un número de días para santificarme; si los desaprovecho, ¿dónde iré por más vida? (12-9-63)

2.128.  En la misma velocidad con que pasa el tiempo y sus cosas, se acerca la Eternidad con la plenitud de su vida. (10-8-75)

2.129.  ¿Has pensado hondamente en la verdad de la Eternidad, donde tú oirás, un día no lejano, la Voz que ha de fijar tu estancia eternamente: «Estás aquí para siempre…, se acabó el tiempo…, llegó el fin»? (27-11-61)

2.130.  Si ahora te sorprendiera la muerte, el «para siempre» penetrante de la Eternidad, ¿sería para ti vida eterna gozosa en la luz infinita, o serías presa del enemigo infernal en la tiniebla desesperante de la condenación eterna…? Procura vivir como desearías morir. (27-11-61)

2.131.  La Eternidad está cerca, aunque el camino parezca que se alargue. En el día eterno de Dios, ¿qué es el tiempo? (6-3-67)

2.132.  Un día aquí, en el pasar del tiempo, es un día menos para llegar «allí», al gozo de la Eternidad; por lo que un día más es un día menos. (10-8-75)

2.133.  Cada instante, un paso más hacia la Eternidad y un despedirme de la tierra para ir a ti. (28-6-61)

2.134.  Todo pasa, y el pasar de todas las cosas nos va acercando a la posesión del Todo, en la luz infinita del claro día de su encuentro. (10-8-75)

2.135.  En la medida que las cosas pasadas van quedando oscurecidas por el olvido, se va esclareciendo, con la luz de la esperanza, el porvenir cercano del día del Amor. (10-8-75)

2.136.  Señor, pon mi alma en tu centro, que es el mío, para que mi vida sea fruto de Eternidad para mí y para las almas que me has encomendado. (12-9-63)

«PEREGRINA EN TIERRA EXTRAÑA»

2.137.  Dios te creó para la Eternidad; y la tierra es el lugar que nos conduce, día tras día, hacia nuestro fin. Camina, como «peregrina en tierra extraña», hacia el encuentro con Dios. (15-1-67)

2.138.  La tierra, las criaturas, las cosas… ¡Amor, la Eternidad me llama y lo demás me aplasta! (27-9-63)

2.139.  En mi caminar hacia Dios, cada instante remonto un poquito más mi ascensión hacia Él, y estoy más cerca de mi despedida afortunada de la tierra. (28-6-61)

2.140.  En mi vuelo veloz, casi sin pisar la tierra en la que habito, digo a todas las criaturas: ¡apartaos de mí, que voy a Dios!; y a mi Trinidad Una: ¡recíbeme, Amor, que voy a ti! (28-6-61)

2.141.  Hoy me falta un día menos para el encuentro feliz y dichoso, eterno y definitivo, cara a cara, con mi Familia Divina. (28-6-61)

2.142.  Mi vida, mis apetencias, mis noches, mis duelos, mis llenuras, mis vivencias y mis nostalgias, son tan profundas y tan misteriosas, que me hacen vivir vida en muerte, destierro en gloria, y búsqueda en llenura silenciosa por el día suspirado del encuentro con Dios. (9-12-72)

2.143.  Mi vivir es desear, apetecer, buscar y sentirme insatisfecha… ¡Yo quiero todo eso que necesito, y necesito a Dios tal cual es! (14-4-76)

2.144.  Vivo en el Cielo sin ser habitante de allí, y habito en la tierra sin vivir en ella. (1-3-61)

2.145.  ¡Qué duro es el destierro! Pero es el camino glorioso que nos lleva a la Eternidad, donde nos gozaremos para siempre, ¡para siempre!, de que Dios sea en sí, por sí, y para sí, infinitamente feliz, por la contención apretada de su perfección vivida en caridad de intercomunicación familiar. (20-9-74)

2.146.  ¡Oh Eternidad, Eternidad querida!, con el pensamiento de tu posesión, mi alma, aplastada por la cruz, salta de contento y te apetece ardientemente; pero el amor vence, y me abrazo a la dureza de mi vivir, aunque el deseo de la Eternidad me inmola ante la exigencia terrible que me abrasa por poseerla. (11-5-61)

2.147.  Mi espíritu necesita correr…, correr «allí», a la hondura del Ser, para estar con Él amando y siendo amada; y, adorando en postura sacerdotal, romper en un cántico amoroso de acción de gracias porque Dios es feliz, infinitamente feliz, coeternamente feliz, consustancialmente feliz, en Él, por Él y para Él, en gozo infinitamente perfecto de Familia amorosa. Dios nos espera «allí», en nuestro lugar, en la hondura profunda de su pecho. (12-9-75)

2.148.  Dios nos espera «allí», donde se escucha la Palabra que, en sapiental sabiduría, el Padre pronuncia en un eterno silencio de infinito Amor retornativo. (12-9-75)

2.149.  Yo quiero al Ser porque le necesito y, sólo en Él y con Él, descansará mi corazón. Fui creada para Dios en su luz, en su amor, en su posesión… Por ello, Dios de mi corazón, ¿dónde estás…? Y ¿hasta cuándo esperando…? ¡Ven a salvarme de la prisión de este torturante destierro! (10-11-75)

2.150.  ¡Clamo por el abismo del Ser, para profundizarme en su hondura, pero me separa el abismo del destierro! (17-3-75)

2.151.  A veces parece que quisiera romper la opresión de este encierro y volar a la Patria, allí, con Dios para siempre, desde donde se escucha, en luz inefable, la conversación coeterna del Eterno Seyente. (10-11-75)

2.152.  Cuando yo suspiro por la Eternidad, no es que desee la muerte, sino que clamo por la Vida. La muerte natural es destrucción, y Dios no me creó para morir. Por eso la muerte, que es consecuencia del pecado, repugna a la naturaleza, como todo lo que es castigo. (8-10-65)

2.153.  Al ser la muerte el medio que me llevará a la Vida, la llamo, aunque me repugne, pues tras ella, se me da la Eternidad que mi alma ansía. (8-10-65)

2.154.  Vivo donde no estoy, y estoy donde no vivo. La urgencia de la Eternidad me es tan fuerte, que a veces tengo que hacerme gran violencia para seguir luchando en la brecha. (14-8-65)

2.155.  He perdido los caminos, y en la espesura del Ser me he adentrado; tras la hermosura de su rostro, cautivada, corro veloz, buscando el día eterno en el cual mi alma pueda saciarse, cara a cara, en la mirada infinita, allí, en el Océano amoroso, donde el Ser, de tanto serse, se es Trinidad en un simple ser de vida familiar. (8-7-61)

PRISIONERO DE AMOR Y CARCELERO DE MI PRISIÓN

2.156.  Vivo penando en mi clamorosa apetencia, porque me siento impelida hacia el día eterno de la luz, hacia las claridades del inmenso Sol; y, ante los resplandores de su contacto, quedo oscurecida por la niebla de la fe y por los velos del destierro, en necesidades torturantes del día de la luz. (9-12-72)

2.157.  A veces el deseo de la Eternidad aprieta tanto al alma, que cuesta llorar el permanecer aquí, aunque sea un minuto más, por la vehemencia del Amor que la llama a sí y por la voluntad de ese mismo Amor que la retiene. (22-11-63)

2.158.  ¡Qué dura es la vida! ¡Qué largo el destierro! ¡Qué dulce es la Eucaristía! ¡Qué cercano está Dios…! ¿Cómo podríamos vivir en la cárcel de nuestro peregrinar, si Dios mismo no se hubiera hecho nuestro carcelero? (9-7-75)

2.159.  En mis mañanas de oración, cargadas de amores, repleto en el destierro, del modo que aquí se puede, mis nostalgias de poseer al Ser. (11-5-76)

2.160.  ¡Qué gozo poder vivir en la tierra ratos de Eternidad, con deseos de amor puro y en respuesta de amor al Amor Infinito, amándole con el mismo amor del Espíritu Santo! (25-1-75)

2.161.  El sagrario me invita a la Eternidad, me impulsa a ella y me habla de su misterio; por eso, mi Eternidad en la tierra, la encuentro a los pies del sagrario. (14-9-74)

2.162.  Mis mañanas pasadas ante el sagrario, son trasunto y cercanías de Eternidad, porque mi Eternidad, en el destierro, está dentro del sagrario (14-9-74)

2.163.  ¡Qué fatigosamente se camina a través del desierto…! Pero el Amor Infinito está atisbando, jadeante, en todas las encrucijadas por donde va pasando el alma: «No temas, que allí donde tú vayas, Yo iré contigo para cobijarte con mi nube de fuego». (9-7-75)

2.164.  Ante lo que vivo en país extraño, la Eternidad me llama, y el cantar a Dios, sin saber, me sostiene. (26-9-63)

2.165.  Señor, quiero vivir de Eternidad en el destierro, siendo manifestación de tu Misterio entre los hombres. (11-12-74)

2.166.  Dios mío, eres el único sustento, con el cual mi alma atribulada puede, fortalecida, seguir su carrera de dolor; dolor que se convierte en amor, al experimentar que la carga de mi cruz se me hace suave y deleitosa. (22-7-61)

2.167.  Mi urgencia de Dios es torturante, por lo que mi contacto con lo que no es Él se me hace desgarrador; tanto que, a veces, me parece voy a morir… «¡Pero no moriré; viviré para cantar las hazañas del Señor»! Y, mientras más sufra, mejor; más podré ofrecer por mi Iglesia mía. (21-11-74)

2.168.  Amador de amores, en mi destierro te hiciste mi Prisionero de amor y Carcelero de mi prisión. ¡Gracias, Señor! Si así no fuera, ¿¡quién me sostendría en este tenebroso calabozo!? (10-11-75)

ANSIAS DE ETERNIDAD

2.169.  Yo ansío lo eterno, porque mi corazón, creado para el Infinito, reclama su llenura de Eternidad. (27-2-73)

2.170.  Mi sed de Dios es torturante como los celos, terrible como la muerte, encendida como el fuego… Por eso, Amor, ¿cuándo vendrás a mí? (27-4-67)

2.171.  Busco a Dios con las apetencias clamorosas de mi corazón herido por el toque de Yahvé, en cauterización de clamores eternos y en peticiones de encuentro. (9-12-72)

2.172.  Todas mis entrañas, resecas, dicen al Amor divino, expresando el amor que me abrasa: ¡O te me das como mi alma necesita, o moriré! (16-9-61)

2.173.  ¡Oh Eternidad, Eternidad querida!, ¿será posible que tú seas un día no muy lejano mi eterna posesión? (28-4-61)

2.174.  ¿Llegará un día? Llegará. ¿Que veré tu rostro? Lo veré. ¿Y estaré contigo? Estaré. ¿Y será por siempre? Lo será. ¿Y entraré en tu vida? Entraré. ¿Sin morir de gozo? Sin morir. (15-11-74)

2.175.  ¡Me abraso en ansias del Ser…! Le veré tal cual es, ¡mañana…! Cada día que pasa, es un día menos para el encuentro definitivo. (15-2-76)

2.176.  Mi vivir es un constante apetecer el encuentro con los fuegos de Yahvé, en una ardorosa petición de: ¡ven a mí!, en ansia irresistible hacia el encuentro del día del Amor. (9-12-72)

2.177.  Tengo ansias como infinitas, tendencias irresistibles, clamores torturantes, impulsos incontenibles que me lanzan al encuentro del Amor. (9-12-72)

2.178.  Mi espíritu clama por la Eternidad ante la luz de tus divinas pupilas que me invitan a ir a ti. (6-1-67)

2.179.  ¡Qué hambre de Dios en su ser y en sus personas…! ¡Qué necesidad de entrar «allí» para siempre, en aquel día de la luz, después de cruzar el abismo que nos separa del Monte del Señor…! (11-12-74)

2.180.  Señor, ¡cómo te necesita mi ser, sediento y jadeante en urgencias inmensas! Y ¡qué lejano se hace el día cercano de la Eternidad, ese mañana añorado para el alma esposa que sólo busca la llenura de su ser con el Bien amado! (20-11-66)

2.181.  En nostalgias se abrasan las cavernas profundas de mi corazón. Hambreo a Dios constantemente con la apetencia del sediento que se reseca en ansias por los refrigerantes manantiales. (9-12-72)

2.182.  Cuando mis ansias de Dios aumentan, mi sed me reseca y mis cavernas hambrean su llenura; las venas de mi espíritu buscan el Manantial eterno de las aguas inagotables, para repletarse en el caudal de la Eterna Fuente y, en su torrente, quedar saturadas del infinito Ser. (4-8-70)

2.183.  Dios solo es la saciedad de mi sed y la llenura de mis hambres. (18-10-74)

LA ETERNIDAD, ¿QUÉ ES?

2.184.  La Eternidad es la infinitud del Ser en un acto trinitario de vida divina. (6-8-59)

2.185.  Dios es capacidad infinita y perfección infinita también, abarcada en su misma perfección y en su misma infinitud. (15-9-63)

2.186.  Dios se sabe lo que es, y se abarca lo que se sabe abarcado: ésta es la Eternidad. (22-1-65)

2.187.  La Eternidad es la capacidad infinita que Dios se es, abarcándose en Trinidad de personas. (22-1-65)

2.188.  Dios es el Ser supremo, capaz de encerrar en su Sabiduría, en su Expresión y en su Amor toda su realidad; y por eso en Dios tiene que haber un solo ser en actividad trinitaria, y ésta es la Eternidad. (29-11-65)

2.189.  La Eternidad es la identificación del Ser y de las Personas en su instante eterno de vida infinita. (6-8-59)

2.190.  La Eternidad es el acto de ser infinito en Sabiduría Sabida en Amor. (31-8-59)

2.191.  Dios es tan perfecto, que está abarcado en todo lo que es, sido y siéndolo; sin haber en Dios ni pasado ni futuro, sino ser siéndoselo, que, en su acto de perfección, se es abarcador de su misma realidad coeterna, inabarcada por el tiempo. El tiempo es la falta de capacidad para vivir la realidad de la vida en un instante. (29-11-65)

2.192.  La Eternidad es la capacidad perfecta de abarcación que Dios tiene, la cual encierra en sí toda la posibilidad infinita y realizada que Él es, y que, no quedando en ella nada sin abarcar, no deja lugar a sucesión de tiempo. (9-1-65)

2.193.  Dios es el Sinprincipio, el Eterno, a una distancia infinita de la criatura; distancia de ser, de plenitud, de majestad, de soberanía… (15-9-63)

2.194.  La capacidad infinita del Ser, vivida sin tiempo, es la Eternidad. (29-11-65)

¡CON DIOS PARA SIEMPRE!

2.195.  ¡Oh Eternidad!, en la hondura secreta de tu abismal silencio, se apercibe el saboreo infinito de tu Palabra sustancial en su explicación sonora de misterio eterno. (18-12-60)

2.196.  ¡Eternidad, Eternidad…! Donde no habrá más esperas ni torturas de muerte, donde el día será eterno y sin fin, en la compañía íntima y familiar de nuestro Padre Dios… (14-1-67)

2.197.  Un día iremos a la Eternidad para siempre… ¡Qué dulce esperanza! ¡Para siempre…, cara a cara con Dios en la llenura del amor puro! ¡Sueño de amor en repletura de conquista…! (8-1-75)

2.198.  La Eternidad, para el alma que ama y de verdad busca a Dios, es la saciedad de su amor en posesión completa de su Amado. (11-5-61)

2.199.  Cuando aparezca Dios en su luz infinita y te diga: Iglesia, ven a Mí, entonces, como el que despierta de una dura pesadilla, podrás decir: «¡Estoy en la Eternidad, y esto es para siempre!» (14-1-67)

2.200.  Amor, en el día dichoso y feliz del eterno amanecer en luz gloriosa, ¡qué abrazo tan íntimo el que nos vamos a dar! (28-6-61)

2.201.  Si el encuentro con Dios en el destierro llena el alma hasta la médula del ser, ¿qué será el total y definitivo encuentro en la eterna luz del claro día? (24-7-70)

2.202.  Cuando se acabe la noche y amanezca el día eterno, entonces podremos decir: ¡No soñamos, estamos en la Eternidad! (14-1-67)

2.203.  La Eternidad es el encuentro feliz con las divinas Personas en su comunicación trinitaria. (31-1-67)

2.204.  Llegará un día en el cual no habrá más noche, en el que el «Imprincipio» llenará tu fin; y ése será el día de la Eternidad. (14-1-67)

2.205.  En la Eternidad, para vivir de Dios, estamos fuera del tiempo, vivimos de otra manera distinta y distante de aquí, en el eterno amanecer del Sol sin sombras, en el Principio sin principio. En… ¡Dios para siempre, para siempre! (17-4-67)

2.206.  ¡Se acabó el tiempo! ¡Llegó el fin…! Dios siempre mirándome y mirado por mí en luz: ésta es la Eternidad… (14-1-67)

2.207.  La Eternidad es el día interminable de oración sabrosa, vivida en la compañía de la Familia Divina en plena luz. (31-1-67)

LA ETERNIDAD ES MAÑANA... ¡YA!

2.208.  La vida es una carrera vertiginosa lanzada al mañana de la Eternidad, donde el Amor Infinito nos espera para introducirnos a vivir en el recóndito profundo de su serse Sabiduría Cantora de Amor, en la luz infinita de su eterno resplandor. (25-1-75)

2.209.  Mañana ¡no más! con Dios para siempre… ¡Qué dulce encuentro…! Y «allí», mirándole en su Vista, cantándole en su Boca y amándole en su Fuego… ¡Se acabó el tiempo y llegó el fin, comenzó la Eternidad…! Cara a cara con Dios, adorando al Ser en su ser y en sus personas, por ser quien es y como lo es; en un acto de amor puro que se goza en el gozo esencial de Dios, ¡para siempre…! ¡Y esto será mañana! (9-7-75)

2.210.  ¡Oh, qué gozo tan profundo el de nuestro corazón ante la esperanza de nuestra fe, repleta con la promesa de un mañana lleno de divinidad…! Y «allí», en aquel punto-punto del engendrar divino, contemplaremos con la mirada del Padre toda su infinita perfección, aunque sin abarcarla, rompiendo con el Verbo en canción de sus infinitas perfecciones… Y, de tanto contemplar con el Padre y de tanto romper con el Verbo en canción de sabiduría, nos abrasaremos en el amor infinito del Espíritu Santo, ¡para siempre! Alma querida, mañana estaremos con Dios, ¡qué gozo…! frente a frente, así, sin nada ni nadie que nos lo pueda quitar. (25-1-75)

2.211.  La Eternidad no es un sueño, es una realidad que yo viviré mañana, morando en la Trinidad. (15-1-67)

2.212.  Mañana, no más, con Dios para siempre, en el abrazo del Padre, en la luz de sus ojos, en la Palabra de su boca y en el beso de su Amor… ¡Mañana y para siempre! (13-2-75)

2.213.  La Eternidad es mañana, y allí estaremos para siempre con Dios, en su luz, con la Iglesia triunfante sin su velo de luto, levantada en alto y sostenida por el brazo amoroso del que Es, repleta y envuelta de divinidad. ¿Qué serán entonces nuestras penas pasadas, nuestros aparentes fracasos, la burla escalofriante de los que nos oprimían…? ¡Cómo brillará la verdad, oculta ahora por la densa nube que envuelve a la Iglesia! (11-3-75)

2.214.  Mañana estaré con Dios para siempre en la Eternidad; hoy tengo que sufrir su ausencia. Mañana le tendré en posesión; hoy le tengo en deseos. ¡Oh, qué día el de mañana en la Eternidad! (7-4-67)

2.215.  Soñemos hoy despiertos, con la esperanza que nos da nuestra fe, llena de amor: La Eternidad no es un sueño, no; es un romance de amor que viviremos mañana. ¡Es tan dulce la esperanza de nuestra fe en el amor…! (10-11-75)

2.216.  El Cielo no es un sueño, es la realidad de mi mañana en luz clara y, aunque parezca lejana, es ¡ya! (5-10-66)

2.217.  Oh Eternidad querida, aunque te ocultes, yo sé que al fin vendrás para llevarme a ti en tu luz; y, aunque ahora tardes, cuando te atrape, ya no te perderé más; y eso será ¡ya!; ¡mañana no más!; ¡ya y para siempre! (23-1-65)