Roma, 16-5-1994
LA ROMERÍA DE VALME DEL PUEBLO DE DOS HERMANAS
Hoy repican las campanas
porque mi Pueblo está en fiesta,
y alborea la mañana.
Tercer domingo de Octubre…
El pueblo de Dos Hermanas
va a la iglesia presuroso,
que llena hasta repletarla;
pues llegó la Romería
con el gozo que esperaban
los hijos de nuestro Pueblo
en fiesta tan señalada.
Y se oyen los cohetes…,
que, uno tras otro, nos llaman
a la iglesia parroquial,
al reteñir de campanas.
Se preparan las carretas…
Y la Virgen, enjoyada
con su corona de Reina,
cubierta de ricas galas,
y con su manto bordado
y sus sienes coronadas,
saldrá por fin de la iglesia
donde ya todos la aguardan:
¡Tan bonita y tan Señora…!,
¡tan compuesta y tan amada…!
¡Nuestra Señora de Valme!,
como sus hijos la aclaman.
Cuántos romeros esperan
en carretas adornadas…
Jinetes con sus parejas
con gran devoción aguardan
que aparezca la carreta
que cada año preparan
para sacar a la Virgen,
cuando brilla la mañana,
hacia el Cortijo de Cuarto;
pues la tradición nos manda
que ha de ir todos los años
de su Pueblo acompañada.
¡Qué bonita está la Virgen…!,
¡y qué manto la engalana…!;
con el Niño en su regazo,
que Ella con ternura abraza…;
y su corona de Reina,
la que el Papa le otorgara
y los hijos de mi Pueblo
un día la coronaran.
¡Qué contentos van los mo-zos…!,
¡qué adornadas las muchachas…!
Cantando con alegría,
del cortejo abren la marcha
en un brincante caballo,
que el jinete amaestrara.
Y suenan las castañuelas,
panderetas y guitarras…
¡Cómo tocan los palillos
las que jubilosas cantan…!
¡Qué carrozas con más gusto…!,
¡qué hermosamente adornadas…!
en su peculiar estilo,
con ilusión preparadas
para seguir a la Virgen
que en la Romería avanza,
seguida por el cortejo
del pueblo de Dos Hermanas.
La carreta de la Virgen
bueyes briosos arrastran.
Los mozos van tan compuestos:
«zajones» y botas largas,
con su traje de flamenco
y su sombrero de ala ancha.
¡Cómo brillan sus caireles,
que hasta los llevan de plata…!
Las muchachas van vestidas
con sus trajes de gitana
y sus volantes airosos,
prendidos en falda larga,
para poder bailar bien,
y que así en nada empañaran
el pudor que corresponde
en fiesta tan señalada,
cuando en peregrinación
a la Virgen la acompañan
hasta el Cortijo de Cuarto,
donde será venerada.
Muchachos montan caballos,
y como romeros cantan
las grandezas de María
que camina en la mañana
al pequeño Santuario,
lleno de tantas nostalgias.
¿Cómo podré yo olvidar,
por muy lejos que me vaya,
por más que transcurra el tiem-po,
mi pueblo de Dos Hermanas?
Y si va de Romería,
¿cómo yo no la cantara?
¡Y aquel 7 de diciembre,
de mi Madre Inmaculada
la víspera de su fiesta,
cuando a Dios me consagrara…!
¡Y tanto y tantos recuerdos
que oprimo dentro del alma,
y con profundo respeto
hoy mi espíritu proclama…!
Cada año cuando llegan
y cada vez cuando pasan,
parece que los revivo,
porque yo también marchaba
acompañando a la Virgen,
y con júbilo cantaba
a mi Señora de Valme.
¡Con cuánto amor le mostraba
la alegría que vivía
y lo que experimentaba
en aquella Romería,
que gozosa caminaba
hacia el Cortijo de Cuarto
portando a su Madre amada!
Era un día luminoso…;
mi recuerdo así lo guarda.
¡Aunque estuviera lloviendo,
a mi amor no le importaba!
Me levantaba muy pronto,
cuando oía las campanas
sonando desde la torre
que en mi Parroquia se alza.
Y me ponía aquel traje…,
¡aquel traje de gitana
que con inmenso cariño
mi madre me preparara…!;
y el mantoncillo en los hombros
que hermosea a las muchachas.
Y cogía mis palillos…
¡Cómo repiqueteaban
para cantarle a mi Virgen…!
Venerante proclamaba
el amor de mi alma-niña
con canciones que inventaban
los mozos y las mocitas,
cuando a la Virgen llevaban.
¡Qué carrozas más bonitas…!,
repletas con las muchachas
que rezan a la Señora,
cantando por sevillanas.
Unas tocan los palillos,
otras lo hacen con palmas,
y otras bailan jubilosas…
Y todo es fiesta en la plaza
para ir en romería,
saliendo de madrugada,
con nuestra Virgen de Valme,
que es gloria de Dos Hermanas;
y que, encima del Sagrario,
en un trono está asentada,
para repletar de Dios
a los hijos que allí vayan.
Hoy todos los nazarenos
se ponen sus ricas galas,
porque la Virgen bendita,
esa que a su Pueblo ampara,
ya sale de romería.
Alborea la mañana,
cuando muchos, presurosos,
van a la Misa del Alba.
Y ¡qué escalofrío entra
si se escucha la diana
de los que van anunciando
que la fiesta está cercana…!
¡Qué día tan luminoso
amanece en Dos Hermanas!,
cuando mi Virgen de Valme
es por todos proclamada
como un lucero de gloria
que sale por la mañana.
A las ocho era el horario,
cuando yo la acompañara.
Marchábamos presurosos,
y nadie se rezagaba,
para llegar los primeros,
y que no se les quitara
aquellos puestos cercanos,
cuando a la Virgen se aclama
y se le canta a la vez
cuando por las calles pasa.
Aunque todas son muy bellas,
mi romería prepara
los premios que, a las carretas
que vayan más arregladas,
les darán cuando termine
la romería, que avanza
acompañando a la Virgen;
y de este modo proclaman
cómo la aman los romeros
del pueblo de Dos Hermanas.
¡Qué bonita va la Virgen
en carroza engalanada!,
toda cubierta de flores,
con dos bueyes que la arrastran;
seguida de peregrinos
que hasta Cuarto la acompañan.
Unos cantan, otros beben,
y manifiestan hazañas
encabritando caballos
que hasta parece que bailan…
No es que lo parece, hijos;
como los amaestraran,
muchos lo hacen brincando,
pues muy bien se lo enseñara
cada mozo a su caballo,
antes que el tiempo llegara
de acompañar a la Virgen
en fecha tan esperada.
Todo el ambiente es de fiesta.
Y tanto, que todos cantan
con tan sonoras canciones,
que aun los Ángeles se paran,
estupefactos de júbilo,
en la brillante mañana,
viendo pasar a la Virgen
del pueblo de Dos Hermanas,
que marcha de romería
en cortejo que proclama
las grandezas de su Reina,
tan bella y tan enjoyada,
entre cánticos de júbilo,
con repicar de campanas,
que retiñen en la torre
y van quedando lejanas.
¡Viva la Virgen de Valme!,
gritan, si a su lado pasan.
¡Viva!, les contestan todos,
y con qué gozo la aclaman.
¡Qué majestuosa fiesta…!,
¡qué gran cortejo acompaña
a nuestra Virgen de Valme,
que en la romería avanza
hacia el Cortijo de Cuarto
cada año en su mañana!
Los jóvenes van airosos;
las muchachas, ¡cómo bailan!,
y aun las personas mayores;
nada extraña esta mañana.
Y ¡cómo bailaba yo…!,
¡y de qué modo cantaba…!,
como un júbilo de gloria,
pues también acompañaba
a mi Señora de Valme
con mi traje de gitana.
¡Cómo olvidaré aquel año
que mi hermano me llevaba
a grupa de su caballo…!
¡Qué alegría me embargaba!
¡Cómo brincaba el caballo…!
Parecía que volaba
hasta que a Cuarto llegamos
en la hora deseada,
acompañando a la Virgen,
que sale al brillar el alba.
A los niños desde chicos
sus padres los preparaban,
y vestían de flamencos;
de la mano los llevaban
o en los coches de caballos
que también se engalanaban
para llegar al Cortijo
donde a la Virgen se aguarda.
Se celebraba la Misa
para romeros que vayan
acompañando a la Reina
hasta el lugar que la guardan.
Cuando ésta se termina,
las meriendas se preparan.
¡Qué comidas llevan todos!,
con variadas viandas
para celebrar la fiesta.
Y a los pobres se regala
de lo mismo que ellos comen;
nadie ese día hambre pasa.
Y entre canciones y bailes,
se oyen las risas y palmas
con que muestran los romeros
sus alegrías más sanas.
Después, al atardecer,
volvemos con gran nostalgia,
todos con cara de muertos,
porque las fuerzas nos faltan.
¡Tanto hemos disfrutado
desde la feliz mañana
que las campanas tocaron
anunciando que llegaba
la gloriosa Romería
del pueblo de Dos Hermanas!
Se vuelve ya por la noche.
Y, quien se siente agotada,
reanima sus esfuerzos
como si nada pasara.
Las gargantas están roncas
de tanto como cantaran
a nuestra Virgen de Valme;
y si resecas se hallan
se refrescan con chatitos,
y el vinillo las levanta,
y recobran nuevos bríos,
casi como en la mañana.
Más de una vez he vivido
que, al entrar en Dos Hermanas
por la noche con la Virgen,
todos cantan y no paran;
aunque están enronquecidos,
enaltecidos se hallan;
y aún más enorgullecidos,
¡a nuestra Virgen proclaman!
Y por si aún fuera poco
todo cuanto os contara,
cuando se acerca de nuevo
la Virgen a nuestra plaza,
en la torre de la iglesia
se voltean las campanas;
y todo el Pueblo, contento,
siente, como en la mañana,
un júbilo indescriptible,
pues, de nuevo en Dos Herma-nas,
hay que meter a la Virgen
en la capilla en que aguarda
el Dios de la Eucaristía
a su Madre festejada.
Y ¡cómo cantan de nuevo
las muchachas, destrozadas
por el día que han pasado
en nuestra fiesta sagrada!
Redoblando sus esfuerzos,
entre sus manos agarran
nuevamente sus palillos,
que con esmero cuidaran
esperando con cariño
el que esta fiesta llegara;
repiquetean de nuevo
mientras la Virgen se guarda
tras las puertas de aquel templo
en el que me consagrara
al Dios de la Eucaristía:
¡día de la Inmaculada…!
Al fin reparten los premios
de los carros que sacaran
a nuestra Virgen bendita
desde aquella hermosa plaza
en que se encuentra la iglesia,
donde yo me consagrara.
Y se premia a las carretas
que adornaran las muchachas,
y a las parejas mejores
de jinetes que llegaran
con nuestra Virgen de Valme
en el día que se acaba.
Y para que nada falte,
hacia lo alto se lanzan
los fuegos artificiales,
mientras tocan las campanas.
Los cohetes van y vienen
hasta que todo se acaba,
pues se despide la fiesta;
¡hay que ver lo que se arma!
De los briosos caballos,
se ve su bravía raza;
retiñen las herraduras;
por su fiereza, al llevarlas,
ante el sonar del cohete,
chisporrotea la plaza.
La fiesta ya se termina
y las carretas se marchan,
con los caballos y mozos
que muy lentamente avanzan.
Se pasó la Romería…
Los nazarenos aguardan
hasta que llegue de nuevo
otro día en su mañana
que nos reclame gozoso:
¡La Virgen hay que llevarla
con el bonito cortejo
en que todos la acompañan!
¡Viva la Virgen de Valme!,
dice el jinete que marcha;
las muchachas lo repiten
llenas de hondas nostalgias:
¡¡Viva la Virgen de Valme
del pueblo de Dos Hermanas…!!
Por eso, cuando me vine
de aquella mi tierra amada,
soñé con traerla a Roma,
para que se proclamara
junto a la Sede de Pedro
la Reina de Dos Hermanas,
donde La Obra de la Iglesia
por Dios ha sido llamada,
manifestando a los hombres
cuanto Él le encomendara
a esta pobre nazarena
que tanto a su Pueblo ama.
¡Viva mi Virgen de Valme!,
esta mañana entonaba
mi alma envuelta en recuerdos,
perdida en hondas nostalgias.
Hijos, cantadlo conmigo,
pues mi Andalucía amada,
donde un día yo naciera
y que a Dios me consagrara
y donde tanto he gozado,
hoy se vino a mi memoria,
y el tiempo que yo morara
en mi Pueblo, tan alegre,
en el que me bautizara,
recibí los Sacramentos
y transcurriera mi infancia.
Y al Señor me consagré,
entregándole mi alma,
ante el repiquetear
de estas vibrantes campanas,
en un 7 de diciembre.
Por eso mi amor proclama:
¡Viva mi Virgen de Valme
del pueblo de Dos Hermanas!
Hoy necesito decir,
porque el recuerdo me embarga,
al Pueblo que tanto amo
por cuanto Dios me donara,
que, por lejos que me encuentre,
desde que a Él me entregara,
siempre le tendré presente
cada día en mis mañanas,
cuando, cerca del Sagrario,
mi alma a Dios acompaña,
y en la Misa que celebran
en mi capilla privada
y ofrecen por la intención
que mi alma deseara.
Y también quiero que sepan
que suspiro con nostalgia
por volver a la Parroquia
donde con Dios me encontraba,
junto a mi Virgen de Valme,
la Reina de Dos Hermanas.
Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia