Dos años han pasado desde que La Obra de la Iglesia desembarcara en África, en Guinea Ecuatorial, el sábado 12 de Septiembre para una nueva fundación. Este rincón de África: Malabo, donde la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia quiso preparar una nueva Morada para el Altísimo, y desde donde, a través de su descendencia, ella empezó a entonar su canción de «¡Gloria para Dios!». 

El día de la salida, desde Roma, tuvimos la gracia de podernos despedir de la Madre Trinidad.

Cuando llegamos a Malabo, al ir a saludar al Señor Arzobispo en su residencia, nos dijo: «Al llegar ustedes pensé: “Está entrando la Madre”». Era sábado, día del Dulce Nombre de María, y Ella nos envolvía con su manto maternal para dirigir nuestros pasos, como siempre Dios lo hiciera con la misma Madre Trinidad.

El Señor Arzobispo expresaba su complacencia ante nuestra llegada, y nos hacía comprender las esperanzas que tenía ante el trabajo que La Obra de la Iglesia iba a realizar.

El Domingo 27 de Septiembre, dos semanas después, en la pequeña Capilla de la que disponíamos (un Salón adaptado para ello en la parte inferior de las viviendas alquiladas de los Responsables), tuvimos la Santa Misa solemne con la entronización de la pequeña imagen de la Virgen de Valme.

Las familias del barrio nos prestaron dos carpas y estaba todo abarrotado desde las 7 de la mañana.

La participación fue muy numerosa. ¡La gente acogía con gozo la llegada de La Obra de la Iglesia!

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La primera Navidad, con el Belén viviente, aún en medio de la situación del Covid, fue un momento pastoral muy fuerte, que nos dio la oportunidad de conocer a muchos niños y familias.

El amor enloquecido de la Madre Trinidad a Jesús Sacramentado, que ha querido que en todas nuestras Parroquias Él estuviera acompañado y amado por el mayor número de personas, también aquí se está realizando, aunque es aún muy incipiente. En todos los momentos en que la capilla está abierta llegan continuamente, sobre todo niños y adolescentes, a saludar y estar unos momentos con Jesús.

El pasado marzo el Señor Arzobispo inauguró la Adoración continuada en los jueves.

Está en el alma de todos el deseo de que vaya fortaleciéndose y afianzándose cada vez más.

Como coronación de estos dos años, pasados tan rápidamente y regados por la inmolación de la Madre, tan presente y tan cercana a todos aquí, que ha seguido, orientado e iluminado hasta el último momento el desarrollo de todo lo que se iba realizando, hemos vivido la jornada inolvidable del sábado 28 de mayo del 2022, que marcará la historia de La Obra de la Iglesia en África. De manera providencial, y, sin duda, con la potente intercesión de la Madre, hemos vivido la 

fundación oficial de La Obra de la Iglesia en África.

La imagen de Nuestra Señora de Valme, que la Madre había tenido en su casa de Roma y había mandado aquí, como Potente Protectora e Intercesora, era llevada en andas a la Capilla donde iba a tener lugar la celebración, rodeada de los miembros de La Obra de la Iglesia, para abrir paso a su Obra en este nuevo continente.

Nuestra Señora de Valme abría los caminos de La Obra de la Iglesia en África.

Es bonito ver cómo va creciendo el fervor y la devoción a Nuestra Señora de Valme, a la que se dirigen niños y adultos, en sus necesidades, con la sencillez y espontaneidad que caracteriza a este pueblo, tan necesitado de la protección de una Madre.

El Presidente del Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar, Señor Cardenal Philippe Ouédraogo, fue representado en este acto por Mons. Mathieu Madega Lebouankehan, Obispo de Mouila, Presidente de la Conferencia Episcopal de Gabon, el cual leyó el texto de la emotiva carta con la que el Señor Cardenal ponía de manifiesto la vocación de La Obra de la Iglesia y la aprobación de la misma por parte de San Juan Pablo II.

En la celebración estuvieron presentes varios Obispos. Mons. Juan Nsue, en la homilía, manifestó entre otras cosas, como los miembros de La Obra de la Iglesia estaban en Malabo, para cantar su canción, a través de la vida y la palabra, y para llevar este manantial, que Dios ha dado a la Madre para la Iglesia, a todos los demás pueblos africanos. Dijo con fuerza:

¡La Obra de la Iglesia ya es africana! ¡Todos os esperan!

Brota de todos un profundo agradecimiento a Dios, «porque sus misericordias no tienen fin». Y con emoción filial, desde lo más íntimo de nuestra alma, exclamamos:

«Gracias, Madre» porque tu entrega hasta el heroísmo, tu inmolación, tu amor a las almas, ha impulsado, protegido, amparado y guiado, y ahora también desde el Cielo, los pasos de esta pequeña legión, que quiere enarbolar con orgullo tu bandera de ¡Gloria para Dios y vida para las almas!

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«Gracias, Madre», porque estás aquí, alentando y sosteniendo nuestra presencia y el deseo de que todos puedan verte a ti, «la Pequeña de Jesús», para que Él sonría y para que todos reciban el manantial de su vida.

¡África tiene a la Madre! ¡Por fin se cumplió su sueño!

Inmaculada Martín Martín