El pasado 10 de febrero celebramos el 94 aniversario del nacimiento de la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia. Y en esta misma fecha, estamos conmemorado un gran acontecimiento: ¡60 años de la presencia de Jesús en la Eucaristía en La Obra de la Iglesia!

¿Cómo fue este hecho?

Nos remontamos al año 1963. Todavía el Señor no le había pedido a la Madre Trinidad “La Obra de la Iglesia”, se la pediría algún mes más tarde y, por lo tanto no había una fundación oficial de la misma. Sin embargo, la Madre Trinidad, desde algo antes del año 1959 aproximadamente, había formado una comunidad con algunas mujeres que querían consagrarse a Dios.

Para esta fecha de la que hacemos memoria vivían en la Calle Manuel Cerrada (Madrid), tenían una capilla preparada, pero aún no tenían el permiso del Obispo para tener al Santísimo en casa y vivían en la espera de que llegara este momento.

Y este día, 10 de febrero de 1963, por ser el cumpleaños de la Madre Trinidad, D. Julio Sagredo Viña (sacerdote que, como confesor, conoció a la Madre recién llegada a Madrid y ya desde entonces, al descubrir cómo era Dios el que actuaba en su alma de un modo singular, siempre le ayudó y apoyó), pidió permiso al Obispo de la diócesis de poder celebrar la Santa Misa a esta pequeña comunidad. 

Trascribimos a continuación el testimonio escrito de D. Julio Sagredo Viña, hecho en el pasado 2013:

“Era el 7 de febrero,  jueves; y estando yo en mi casa me llamó la Madre Trinidad, hacia el mediodía, indicándome que podía llamar a D. José Mª García-Lahiguera, obispo auxiliar de Madrid, a la sazón, para que me permitiera celebrar la Misa para la Madre el domingo siguiente, día 10, en el hotelito donde vivía, C/Manuel Cerrada, 24 (junto a Raimundo Fdez. Villaverde).

Inmediatamente llamé al Sr. Obispo por teléfono.

El me lo cogió en el acto y me contestó enseguida: –“Sí, celebra la Misa, y deja ya el Santísimo Sacramento.”

–¡Ya, Sr. Obispo!

él me contestó: –“Sí, hombre, para qué esperar más”. Yo, radiante de alegría le dije casi gritando: “Gracias Sr. Obispo.” Inmediatamente colgué, y llamé a la Madre Trinidad.

Al decírselo, ella rápidamente rompió a llorar de alegría y de agradecimiento a Jesús. Pero este llanto suave, de alegría y amor, continuó toda la tarde y los días sucesivos. Después de comer, a la hora de abrir las tiendas,  fui con la Madre, acompañada de una de la comunidad, a una tienda de ornamentos sagrados de la calle Mayor, para comprar todo lo preciso para la celebración y reserva del Santísimo Sacramento.

Recuerdo que compramos el que vendría a ser el primer Sagrario de la Madre, que tiene una doble puerta de cobre con la escena simplificada de la Cena de S. Apolinar de Ravena.

Felizmente, celebré la Santa Misa en aquel domingo, con la Madre y la pequeña comunidad que la acompañaba.

Lo que ella vivía, lo dejo para que ella lo explique si fuera posible, aunque mucho se traslucía en su rostro y también en sus palabras: “Jesús viene a mi casa”, musitaba.

Como centinela del Sagrario quiso la Madre dormir en el pequeño salón contiguo a la capilla que separaba una mampara de cristal opaco, cubierto con un papel traslúcido. Cuando por la noche se despertaba la Madre, veía reflejado en la mampara el parpadeo de la lamparilla de cera, que recordaba la presencia de Jesús; ella decía: “Las llamas de Yahvé”.

Ya nunca se separó Jesús sacramentado de su amadísima esposa, la Madre Trinidad. ¡Gracias a Dios por su inenarrable Don!”

Julio Sagredo Viña

Lo que esto supuso para la Madre Trinidad no lo podemos descifrar…. ¡Día de gozo inmenso!, ¡de júbilo!, ¡de gran emoción! Pues sabemos por las que con ella vivieron este momento que la Madre no paraba de entrar en la capilla para estar con el “Jesús de su Sagrario” al que tanto amaba.

¡Qué regalo de cumpleaños le hizo el mismo Jesús! ¡Quedarse en su casa ya para siempre!

¿Qué ha sido Jesús en la Eucaristía para la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia? Nunca llegaremos al fondo de la intimidad tan profunda, de la experiencia tan viva, clara y honda de esta grandiosa realidad que la Madre vivía con Jesús en sus largos ratos de oración, ni del amor tan grande que le tenía.

¡Cómo sería…! Las que lo vivieron todavía conservan en su corazón aquella fuerte impresión y ¡que habrá sido para la Madre! que, recordando este momento con alguna de ellas en su último año de vida, todavía se emocionaba…, ¡lo revivía!

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Desde aquel entonces, cada casa que la Madre abría, lo primero ¡un buen hogar para Jesús!; …y han sido muchos, 80 sagrarios la Madre ha preparado para el Señor.

Su primer encuentro con Jesús en el Sagrario en la parroquia de su pueblo, al poco de consagrarse a Dios, fue de un modo natural, sencillo, ingenuo, pero decisivo y profundo, tanto que cambió su vida.

Jesús empezó a comunicarse a su alma de niña, haciéndola su confidente, manifestándole sus soledades, sus penas, su tristeza… y la Madre Trinidad no podía vivir para otra cosa que no fuera consolarle, hacerle sonreír, tenerle contento, retornarse en amor… y esto le complacía tanto al Señor, que la llamaba: “Mi pequeña loquilla de amor”, -así lo apercibía en su alma-.

Este amor fue creciendo con el tiempo, pues cuanto la Madre más se abría, más el Señor la llenaba, y como dice la Sagrada Escritura “Ha más hambre quien te come y más sed quien bebe de tus aguas.” Y así, aún en su ancianidad, este amor a Jesús era siempre ¡nuevo!, ¡fresco!, ¡enamorado!, ¡vivo!, tanto, que seguía sorprendiéndose como si fuera la primera vez, de que Jesús la estaba siempre esperando. Realidad que una y mil veces ha repetido a sus hijos grabándolo fuertemente en sus corazones, y a quien encontraba, diciendo:

“Alma querida, cualquiera que seas,

¡Jesús en el Sagrario te espera siempre!”

Podríamos citar muchas comunicaciones de Jesús a la Madre, pero no hay tiempo para tanto, quizá poco a poco se pueda comentar alguna.

Para hacernos a la idea de lo que es Jesús en la Eucaristía, no sólo para la Madre, sino para todos, ella misma nos lo expresa en numerosos escritos, charlas, etc. Sólo transcribiré aquí una frase de uno de sus temas ya publicado, titulado “En el Sagrario está el Ser”:

“Dios es el Todo de mi vida

y el Todo infinito está en el Sagrario para mí”.

Por todo cuanto venimos diciendo, y por la gran nostalgia, ansias de Eternidad y sed de Dios que abrasaba el alma de la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia, la presencia cercana de Jesús en su misma casa, ha sido un descanso para ella, porque en el Sagrario la Madre lo tenía todo; en Jesús reclinaba su cabeza y de Él recobraba nuevas fuerzas para seguir en la lucha de esta vida tan llena de penares, dificultades, contradicciones…; con Jesús ganaba las batallas en su lucha amorosa consiguiendo cuanto necesitaba para su Obra de la Iglesia, para la Iglesia, para las almas…, en una palabra: ¡para la Gloria de Dios! que era lo único que buscaba y le importaba en su vida.

Que esta experiencia vivida de la Madre Trinidad nos ayude a amar más a Jesús presente en la Eucaristía, a tomar más conciencia de que “el Maestro está ahí” y nos espera y nos llama. Aprendamos a entrar dentro del alma de Jesús como hacía la Madre Trinidad y como Él mismo se lo pedía en el Sagrario de su parroquia en Dos Hermanas, pues, ésta era una de sus quejas: “Vienen, pero no entran dentro” Y si no entramos dentro, Jesús no se nos puede comunicar.

¡No le hagamos esperar! porque como nos dice la Madre Trinidad: “Está fatigado el Amor por no encontrar a quién comunicar su secreto” y “siempre nos espera” porque “no sabe de cansancios El que ama”.

¡Cantemos al Amor de los amores! y agradezcámosle el don tan inmenso de su presencia entre nosotros que, tan sólo por amor al hombre, ha querido quedarse hasta el final de los tiempos en las sencillas apariencias de un trocito de pan.

Así lo hacía la Madre Trinidad con estas frases tan sencillas que le brotaban de lo más profundo del corazón, expresando de esta manera su amor, agradecimiento y adoración al Dios del Sacramento:

“¡Gracias, Jesús, por haberte quedado en la Eucaristía!, ¡Yo te amo!

¡Gracias, Jesús, por haberte quedado en la Eucaristía!, ¡Yo te adoro!

Raquel M.B.