“¡Así es..! El país de las mil sonrisas…”, contestó complacido aquel empleado del aeropuerto de Kigali, imitando la frase del conocido lema turístico: “Ruanda. El país de las mil colinas”. Le habiamos comentado lo contentos que volvíamos a Europa, acabada nuestra misión apostólica en el norte de su país, en la Diócesis de Ruhengeri, con su gente sencilla y acogedora.

La Obra de la Iglesia terminaba así una nueva misión en Ruanda, desde el día 1 al 19 de septiembre de 2022, durante la cual cerca de doscientas personas habían tenido la oportunidad de participar en distintos retiros de varios días y en encuentros organizados en varios puntos del país

Comenzó la misión con un encuentro en Ruhengeri, la capital del distrito de Musanze, con un numeroso grupo de Colaboradores simpatizantes y algunos miembros militantes de La Obra de la Iglesia. Se proyectaron dos charlas en vídeo de la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia, seguidas de un coloquio, en dos grupos; y para terminar, ya todos juntos, celebramos la Santa Misa en una participada y fraternal ceremonia.

No podemos dejar de señalar aquí el compromiso y la dedicación apostólica de aquel pequeño grupo de hijos de la Madre Trinidad, militantes comprometidos de La Obra de la Iglesia, en Ruanda. Su celo y su dedicación durante la misión -aún con el sacrificio de sus días de permiso laboral y del tiempo con sus familias- y su entusiasmo apostólico fueron admirables. Nos venía al recuerdo el empuje apostólico de los primeros tiempos de La Obra de la Iglesia en otros lugares muy distantes de allí (Valladolid o Gerona en España, Guidonia en Italia… ) donde los matrimonios y familias tuvieron que abrir camino también sin la presencia estable de los miembros Consagrados, haciéndolo con gran entrega y dedicación.

Desde estas líneas queremos pedir una oración por aquellos hermanos, que trabajan sin tregua en tierras tan lejanas por dar a conocer la riqueza que Dios puso en el alma de la Madre Trinidad para ayudar a la Iglesia.

Siguió a esto un retiro de cinco días para jóvenes del seminario menor de la Diócesis.

Los testimonios de algunos de aquellos jóvenes al final del retiro hablaban por sí solos: “Salgo de este retiro siendo una persona distinta de la que entró”; “En el seminario menor vamos todos los días a la capilla y yo rezo a Dios por mis dificultades, por mis exámenes… pero nunca le había dicho a Jesús: Buenos días, Jesús; o Buenas noches… Ahora me he encontrado con Él de verdad”; “¿Por qué no nos han hablado así de claro de todo esto antes…?”.

Ciertamente, la luz y la alegría que manifestaban aquellos muchachos no habían tenido su origen en nosotros, pobres y limitados, con las dificultades de una lengua y cultura diversas… Venían de una clara acción del Señor en ellos a través del mensaje de la Madre Trinidad, y sobre todo de los ratos de oración y del contacto continuo con Jesús-Eucaristía durante aquellos días.

Fue un retiro de mucho fruto, como le transmitimos días después al Sr. Obispo de la Diócesis al darle cuenta de nuestras actividades, testimonio que él recibió con agrado y satisfacción. Hay que repetirlo.

La semana siguiente se celebraron otros dos retiros en paralelo: un retiro para jóvenes, en inglés, con treinta muchachos, venidos de varios puntos del país, sobre todo de Kigali y Ruhengeri; y un retiro en francés para hombres adultos, también de distintas procedencias, e incluso del vecino país de la República Democrática del Congo.

Ambos retiros resultaron también de gran fruto espiritual para los participantes. Llamó la atención sobre todo el retiro para hombres. No es habitual allí que se reúna un grupo de hombres solos, dejando sus trabajos y sus familias, para hacer un retiro espiritual de cinco días. Las seglares consagradas de la Institución que dirige y atiende el centro donde se desarrolló el retiro -en un hermoso enclave de montaña, un ejemplo de esa naturaleza exuberante que en Ruanda se torna cántico perenne de alabanza al Creador- no salían de su asombro al ver aquel grupo de hombres, puntuales y fieles en sus momentos de oración, en las charlas y en las celebraciones litúrgicas: “¿Qué habéis hecho para juntar este grupo…? Nunca se ha tenido aquí un retiro así, de hombres solos…”.

Un ejemplo más del esfuerzo apostólico de los miembros de La Obra de la Iglesia en Ruanda que prepararon y convocaron todas las actividades.

El acto final de la misión se celebró en Kigali. Un nutrido grupo, más de medio centenar de personas de distintas edades, se congregaron para pasar un día completo de convivencia y formación en el “Christus Center” de la capital ruandesa. Allí pudieron conocer más profundamente el regalo que Dios ha hecho a la Iglesia a través de la Madre Trinidad y su Obra, decidiéndose a aprovecharlo para fortalecer su vivir como miembros de la Iglesia; y ayudarla así a presentarse ante el mundo en toda su belleza, como morada de Dios entre los hombres.

Concluía de este modo una etapa más de esa desapercibida siembra que año tras año, desde 2017, se viene realizando en aquel bello y acogedor país; siembra que va dando ya hermosos frutos de almas que descubriendo más profundamente su ser de Iglesia, con la generosidad de su entrega, ofrecen mucho más que “mil sonrisas”: ofrecen su vida para ayudar generosamente a la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia en la misión de hacer, junto al Papa y los Obispos, la gran “Obra de la Iglesia”, para gloria de Dios y bien de la misma Iglesia. Será sin duda la propia Madre Trinidad quien, desde la Eternidad, sonreirá maternalmente al ver a sus hijos “negritos” a quienes tanto amó y sigue amando.

C. J.