Toda la vida de la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia, fundadora de La Obra de la Iglesia, ha sido envuelta bajo el amparo y protección de la Virgen.
Su Consagración a Dios fue en la víspera de la fiesta de la Inmaculada Concepción (7 de diciembre de 1946) y así su presencia la ha acompañado siempre a lo largo de toda su vida.
El amor de la Madre Trinidad a María Santísima ha sido indescriptible. A ella acudía con devoción, respeto, cariño, ternura, confianza…
No era difícil que surgiera este amor tan grande en su corazón a la Madre del Cielo desde su infancia, siendo natural de un pueblo de Sevilla, Dos Hermanas (en la provincia de Andalucía, al sur de España). Tierra donde se profesa una especial devoción a la Madre de Dios, manifestado de mil maneras, sobre todo los días que se celebran las fiestas en su honor. De tal modo es esto que se dice que “Andalucía es la tierra de María Santísima”.
Este amor se profundizó aún más ante las comunicaciones de Dios a su alma sobre sus misterios, y por consiguiente también sobre la grandeza inimaginable de la maternidad divina de María, comprendiendo ante la luz que Dios le infundía lo que esto significa.
Podríamos mencionar distintos momentos en los que la Señora ha cercado de un modo especial su alma, pero centrémonos ahora en esta advocación: “Nuestra Señora de Valme”, tan querida y amada por la Madre Trinidad.
Sí, tan querida por la Madre Trinidad y por todos los “nazarenos”, así se denominan los hijos del pueblo de Dos Hermanas.
En este pueblo natal de la Madre Trinidad es venerada la imagen de la Virgen bajo esta advocación, en la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, situada en una hornacina (o camarín) encima del Sagrario en la capilla del Santísimo Sacramento.
Parroquia a la que la Madre Trinidad pertenecía, donde recibió los sacramentos, donde el 8 de diciembre de 1946, ante la imagen de la Inmaculada Concepción confirmó su “Sí” a Dios total y definitivo, pronunciado ya el día anterior ante la invasión de Dios sobre su alma pidiéndole su don por entero.
El misterio que este lugar encierra sólo en el Cielo lo sabremos, pues fue en esta Capilla y bajo el manto de Ntra. Señora de Valme donde la Madre Trinidad se encontró con Jesús en el sagrario de un modo sencillo, profundo y de gran intimidad; lugar, por tanto, donde en largos ratos de oración Jesús se comunicaba a su alma, y donde la Madre se retornaba en requiebros e ingenios de amor para consolarle y darle descanso. Ella misma lo describe en una de sus poesías (fragmentos):
(…)
“Junto a mi Virgen de Valme.
bajo su amparo, he sabido
sapiencias del Dios del cielo
y sus misterios divinos
que, a través de aquel Sagrario,
mi espíritu ha apercibido.”
(…)
“¡El sagrario de mi pueblo,
donde orando he comprendido,
junto a mi Virgen de Valme,
tantos secretos divinos…!”
No podemos seguir adelante sin mencionar la fiesta principal del pueblo de Dos Hermanas en honor a la Santísima Virgen de Valme. Día tan añorado y esperado por todos: “La Romería de Valme”
Cada tercer domingo de octubre se celebra esta Romería con gran entusiasmo e ilusión tras meses de una esmerada preparación.
A las 6.00 de la mañana se celebra la Santa Misa de romeros, cantada por sevillanas por el «Coro de Valme», y a las 8.00 de la mañana todos aguardan con expectación el momento en que la Reina de Dos Hermanas, Ntra Sra. de Valme, sale triunfalmente del santo templo parroquial para ser colocada en una carreta, tirada por bueyes, bien engalanada.
Todos la acompañan, la mayoría con el traje típico, unos lo hacen a pie, otros a caballo, otros en carretas adornadas con flores de papel con muy buen gusto, dando un colorido único y especial al festejo. Manifestando su amor y devoción a la Virgen entonan sevillanas, cantan coplas, rezan, enuncian ¡vivas! y un sinfín de piropos a la Madre de Dios en su paso majestuoso por las calles del pueblo;
hasta llegar a la “Ermita de Cuarto” donde celebran una Misa para los romeros y después se reúnen familiarmente con sus comidas, hasta que al atardecer regresan con la Virgen al pueblo, y esperan con júbilo y emoción el momento de su entrada en el templo parroquial.
Día de gran emoción e ilusión que la Madre Trinidad, como buena nazarena, esperaba cada año y participaba con gran alegría en el mencionado cortejo.
Por muy lejos que luego se encontrara, siempre recordaba este gran día, reviviéndolo profundamente en su corazón. Tanto es así que hasta ha quedado reflejado en una poesía.
Para ahora poder entender otros acontecimientos hemos de remontarnos a los orígenes históricos de esta venerada imagen y comprender el porqué de su nombre: “Valme”
En el año 1247 se vivía todavía en España la Reconquista.
El Rey S. Fernando divisaba desde las afueras de la entonces Villa de Dos Hermanas, las poderosas murallas de la ciudad de Sevilla y al ver a su ejército extenuado por el cansancio, la sed y el calor, imploró la ayuda a la Madre del Cielo dentro de su tienda real, ante una imagen que siempre llevaba consigo, con esta invocación: “¡Valme, Señora, Valme!” (¡Váleme!), ¡Ayúdame!, sería en nuestro castellano actual.
Y le hizo esta promesa: “Si me asistís, en este lugar, levantaré una Capilla y a vuestros pies ofreceré el pendón conquistado a los enemigos de nuestra fe”. Fuera de la tienda y lleno de confianza exclamó: “Si Dios lo quiere, habrá agua” y mandó a su lugarteniente que hincara la espada en el suelo y enseguida brotó el agua con el que quedó saciado todo el ejército, y así, una vez conquistada la ciudad, el santo rey pudo cumplir su promesa.
Por eso, en este lugar está erigida la ya nombrada “Ermita de Cuarto” reconocida como “Real Santuario de Nuestra Señora de Valme” y donde se veneró esta imagen policromada de la virgen de estilo gótico-fernandino hasta el s. XVIII. que, debido a una epidemia en la ciudad de Dos Hermanas, decidieron sacar la imagen en procesión implorando su intercesión y, a su paso, muchos sanaban.
Desde este momento se constituye en Protectora de Dos Hermanas y se traslada la imagen a la iglesia parroquial de Santa María Magdalena, donde como ya hemos explicado se encuentra actualmente.
Los nazarenos prometieron que todos los años volverían con la Virgen a este Santuario Real de Cuarto y de ahí viene el origen de la mencionada Romería.
Con estos indicios se pueden entender hechos más actuales relacionados con esta valiosa imagen de la cual hay ya gran número de réplicas.
Antes de explicarlo hemos de decir cómo la Virgen de Valme llegó hasta Roma, primer lugar fuera de España donde se ha invocado su nombre.
Cuando la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia movida por Dios, fundó en Roma, le concedieron una parroquia que tenía asignado el nombre de “S. Bernardino de Siena”. La Madre Trinidad pidió humildemente al Obispado que le gustaría que la parroquia a ella encomendada llevara el título de “Nuestra Señora de Valme” y se pensó en añadir éste al ya elegido. Cuando S.S. San Juan Pablo II lo supo, él mismo determinó que esta parroquia llevara sólo el título de la Madre de Dios bajo esta nueva advocación, y así la Parroquia de Roma encomendada a su fundadora y por tanto a La Obra de la Iglesia se llama “Nostra Signora di Valme”.
Bien podemos imaginar el gozo tan grande que fue esto para la Madre Trinidad, pues siempre fue su deseo llevar a su Virgen de Valme a Roma para que la ayudara a realizar desde la Ciudad eterna la misión que Dios le encomendara en la Iglesia y para la Iglesia. Así lo expresa ella en una de sus poesías:
“A la Reina de mi pueblo
a Roma yo la he traído,
y sus hijos nazarenos
hoy me acompañan unidos
para dejarla gozosos
y de inmensa alegría henchidos,
junto a la Sede de Pedro
a lo largo de los siglos.
¡Viva la Virgen de Valme!
cantemos todos unidos,
porque Dios la trajo a Roma
para orgullo de sus hijos».
Aunque la imagen de Nuestra Señora de Valme en esta parroquia de Roma no pudo ser entronizada hasta el 7 de marzo de 2010, fecha que marcó una nueva etapa en la vida de la Madre. Desde su fundación en Roma y siempre fue la Señora la que le abrió nuevos y esperanzadores caminos, y en esta ocasión empezaron nuevos encuentros de la Madre con sus hijos, los miembros de La Obra de la Iglesia.
La celebración de la Sta. Misa para la entronización de la nueva imagen de la Virgen de Valme fue presidida por su Eminencia D. Carlos Amigo, que fue Arzobispo de Sevilla durante muchos años y con motivo de este evento se participó en una audiencia de S.S. Benedicto XVI a la que llevaron esta imagen y el Santo Padre la bendijo. Algún año después, también el Papa Francisco ha bendecido esta venerada imagen.
Esta réplica de Ntra. Señora de Valme ha sido una imagen peregrina y en distintas ocasiones ha visitado el Vaticano, incluso presidiendo una celebración con el Santo Padre, causando gran impresión a quienes lo presenciaban.
Por una moción de Dios, la Madre Trinidad desde finales del año 2015 se trasladó a su casa de Roma, que está al lado de la Parroquia de “Nostra Signora di Valme”, lo que permitió a la Madre Trinidad el poder venerar esta imagen en su misma casa cuando, sus hijos y fieles de la parroquia la sacaban en procesión y se la llevaban, aprovechando ocasiones propicias, siendo para la Madre un gozo inmenso y viviendo en su alma un auténtico encuentro con la Madre de Dios.
En estos últimos años numerosos Obispos han pasado por la casa de La Obra de la Iglesia en Roma y muchos de ellos han conocido personalmente a la Madre Trinidad y al ver la imagen de la Virgen de Valme se han interesado por su historia y algunos la han querido acoger en sus diócesis no sólo asignando su nombre a capillas, escuelas o parroquias sino llevándose consigo una réplica de la propia imagen, como es el caso de Nepal, Papua Nueva Guinea, Malabo, donde La Obra de la Iglesia tiene una fundación… En el caso de Papua Nueva Guinea, fue la misma Madre Trinidad la que quiso regalarle y entregarle personalmente con gran gozo a S. Ex. Mons. Lippert, Obispo de la diócesis de Mendi, una imagen de la Virgen que ella tenía en su casa, siendo recibida por parte de éste con gran sorpresa, cariño y agradecimiento.
Verdaderamente la Virgen de Valme conquista el alma de quien a ella se acerca.
Y así es como, por medio de la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia, Nuestra Señora de Valme es venerada en las distintas partes del mundo y todos, en distintas lenguas, con el mismo nombre la invocan: “¡Valme, Señora, Valme!” alcanzando con su valimiento y protección la fuerza que necesitan para cumplir la voluntad de Dios, afianzar más su fe y trabajar incansablemente en la conquista de ¡almas para Dios!
¡Viva la Virgen de Valme!
Raquel M. B.