La Misericordia divina, a pesar de nuestros «no», inventó, dentro de su portentoso poder, la manera infinita de llevarnos definitivamente a la Eternidad

Se está librando una batalla permanente en el corazón de cada hombre , es una lucha entre el rechazo insistente para con Dios, que San Pablo declara diciendo: «No hago el bien que deseo sino el mal que aborrezco» y la amorosa persecución del mismo Dios que quiere atajar nuestra inconsciencia que limita con la locura.

La Misericordia sin limites vence el mal, ennoblece al hombre y le hace llegar a la Eternidad. Es el triunfo del Amor verdadero, del amor misericordioso, del Amor divino. Y cada uno de nosotros está en el centro de la lucha y de la victoria: ¡iremos a la Eternidad! ¡No nos opongamos!

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